Chicha Limoná // Barcelona
[Pere Gibert y Rodrigo Nieto ya no forman parte de este restaurante]
Chicha Limoná
Paseo de Sant Joan, 80. Barcelona.
T: 93.277.64.03.
Precio medio (sin vino): 15-20 €.
Menús mediodía: 12 €.
Buena chicha a buen
precio
El paseo de Sant Joan
se está poniendo estupendo. La tentación es referirse a otros barrios con barbas
y pantalones pitillos y tobilleros y escribir con esa vulgaridad de lo
previsible: Sant Joan es el nuevo Sant
Antoni.
Tras unas obras más invasivas que la plaga del
mosquito tigre, el bulevar facilita que puedas morir feliz bajo las modernas,
sostenibles y siempre aplaudidas bicis.
Restaurantes y bares bien amueblados se
instalan en la avenida y alrededores: Granja Petitbó, Malpaso, Vivant y Chicha Limoná. Ha cerrado la galería Mitte,
pero se adivina una barra (¿vermutera?) dónde estuvo el Halley.
Abierto en junio,
Chicha Limoná es un doble local para uso intensivo: desayunos, meriendas,
vermuts y, por supuesto, comidas y cenas, y cócteles.
¡Ningún local sin su bartender!
He comido en sus mesas unas
cuantas veces: tengo conocimiento para decir que el servicio de mediodía a 12
euros es un MMB (mejores menús de Barcelona).
La primera vez que
entré vi productos con actitud: vinos naturales de Cuvée 3000, latas de
Espinaler, cafés de Nomad, panes de Cloudstreet.
Después supe que Espai Sucre,
con Xano Saguer al frente, los asesoraba. Un poco más tarde me enteré de que el
dueño era Víctor Burgués, acompañado por su pareja, Sara Reixach.
Víctor
estudió relaciones internacionales, tiene una empresa de exportación y la
exclusiva del zumo británico Belvoir: “Pero yo quería ser cocinero desde niño”. Ah, la maldita vocación. De momento es dueño, y camarero ocasional en los
comedores que dirige Norman Mata. Un chef de verdad, el mexicano Rodrigo Nieto,
y un pizzero, Pere Gibert.
La pizzería ocupa la parte de Limoná, aunque desde
el horno sirven a los dos espacios. Masa fina y crujiente: imprescindible la de
sobrasada con chimichurri.
Al comenzar, decidieron que ambos lugares fueran
soberanos, cada uno con sus especialidades, si bien lo inteligente es mezclar,
no diferenciar entre qué se come en Chicha y qué en Limoná.
En la última visita me concentré en la
carta. Víctor insistió en la croqueta de pollo (¡Croquelona!), rebozado
crujiente, interior denso: correcta.
Agradables los tacos de salmón marinados
con tzatziki.
Bien por el pan de comino con escalivada, feta y albahaca (como
parte del MMB probé un día la rebanada de payés con calabaza, queso azul y
nueces).
Acabé con la costilla de cerdo picante y lacada, carne cocinada al
vacío más tierna que el beso de tu abuelita.
Entre los hits del menú de mediodía, el canelón de pularda, la ensalada de
sardina y naranja y el atún con salsa teriyaki. Como plato a retirar por su
indefinido sabor, el arroz con calamares. ¡Y los postres! Sorbete de mojito,
brioche con helado de vainilla y pastel de queso con sopita de fresa. 12 euros,
claro.
Víctor: todo en orden, pero cambiad esos
incómodos platillos hondos, que no son ni chicha ni limoná.
Atención: a la
decoración, obra de Antique Boutique.
Recomendable para: los que buscan
un-poco-de-todo.
Que huyan: los que niegan que el paseo de
Sant Joan va a más.
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