Restaurante La Esquina // Barcelona











[Alan Stewart dejó la esquina]




La Esquina
Bergara, 2. Barcelona.
T: 93.768.72.42.
Menú combi de mediodía: 15 €.



Gloria al plato combinado




Hubo un tiempo en el que el plato combinado (PC) fue moderno, incluso vanguardista: otra forma de emplatado y una manera de comer disparatada, concupisciente e insana.

Historiadores de lo gastro: estudien los orígenes del PC –que la fantasía sitúa en el año 1800 y bajo la tienda de campaña de Napoleón– porque en ese totum revolutum hay sociología a chorro.

Cumple el PC una función social pues ha alimentado a obreros y estudiantes –aunque con descontrol de calorías– y les ha ofrecido dosis de placer y fritos, satisfaciendo al comensal voluble.

Una de las características del batiburrillo es la inagotable mezcla de elementos. ¿Casa bien el huevo frito con el lomo y la empanadilla? Nunca ha importado el equilibrio o la armonía.
Otro acierto es la concentración. ¿Primero y segundo? Quia. El día que alguien meta un postre habrá alcanzado el éxtasis.
Y, por último, el alivio que supone para los cocineros no tener que bautizar los platos. Con un número basta.

La revitalización –y cabal renacimiento y rehabilitación del PC– pasa por lugares como La Esquina, en la calle de Bergara, próxima a esa plaza de Catalunya regalada a las palomas.

Al explicar todo este rollo al chef londinense Alan Stewart, me mira sin comprender. Hace un año y medio que vive en Barcelona y no sabe de platos combinados, de número 1 y de chistorra con patatas, pechuga rebozada y pimientos.
Hace bien, lo suyo es otra cosa, el buen gusto y la salud. La propuesta de La Esquina para los mediodías es muy sencilla: montas el PC a tu aire con verduras/ensalada, pasta/legumbre y carne/pescado. Acierto con la miscelánea (de cada familia hay tres opciones).

Excelente la ensalada de judía con escaluñas y cilantro; para el recuerdo, la cebada pelada, remolacha, avellanas y queso de cabra y solo correctas las alitas de pollo con miel y mostaza y una atractiva aunque dominante salsa de queso azul.
Postre con sentimiento británico: púding. Pan de Cloudstreet, un par de copas de tinto (de los dos, mejor el riojano Bozeto) y un café de vicio.
Avanza en la ciudad el cuidado del café tras décadas de maltrato y oscuro veneno.

Alan aliña cada PC desde su mesa de pase a la vista de los clientes: “Quiero que sea una comida interesante, que comer sea un proceso social, que los amigos conversen en torno al plato, y que prueben unos de otros”.

También le dan a los desayunos potentes y al brunch y a las cenas y a los cócteles y a los vinos biodinámicos y al agua osmotizada. Un retablo contemporáneo.

En Madrid, de una manera más consciente y combativa, los marcianos –según propia denominación– de la taberna Arzábal pusieron en órbita los platillos combinados de Lovnis. ¿Alguien más se apunta a regenerar esta versión puzzle de la comida rápida?    
  







Atención al: agradable trabajo de los decoradores.
Recomendable para: encontrar refugio en Guirilandia.
Que huyan: los de plato combinado de fritanga.  









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