Yo no soy machista // #CuentoTallaS
Masajear. Yo
no soy machista. Soy galante. No dejo que las mujeres paguen cenas o copas.
Siempre abro la puerta para que ellas pasen primero. Y las piropeo, claro que
sí: qué guapa, qué buen cuerpo, qué buenas piernas, qué morenaza, qué rubia.
¿Les incomoda? De ninguna manera: lo agradecen. A las mujeres les gusta que les
digan cosas bonitas. También las toco, y lo hago con estilo, eh, nada de
sobeteos zafios. Les pongo la mano en el brazo o en la rodilla para establecer
intimidad y cercanía, les acaricio el pelo, o la mejilla. ¡Me encanta
masajearles el cuello! Me gusta comunicarme y para eso es necesario el contacto
humano. ¿Qué eso está mal? Pero qué dices. ¡Pocos hombres tratan a las mujeres
mejor que yo!
Culo. Yo
no soy machista. Es verdad que cuando nos reunimos los amigotes hablamos de las
tetas de esta o aquella, de cómo nos las trincaríamos, de qué les haríamos.
Solo es un pasatiempo entre colegas, algo inocente, sin mala intención. Para
echar unas risas mientras tomamos gintónics. Los grupos de whatsapp son tremendos,
eso es cierto, pero también muy graciosos: estás depre y te animan la
tarde con una maciza abierta de piernas. ¡Si ellas hacen lo mismo cuando
cotillean! ¿Crees que no se fijan en el paquete de un tío o en su culo? Tú
dices que una tía está buena y te sueltan de todo. ¿Está prohibido? ¿Este no es
un país libre? En cambio, una mujer dice que un tío está bueno y hala, hay que
reírle las gracias. Mira, mira, mira a esa. ¡Menudo pibonazo! ¡Guapa, más que
guapa! ¡Para subir al cielo no te hacen falta globos! Ja, ja, ja. ¿Ves como
sonríe?
Mandril. Yo
no soy machista. Prefiero el invierno al verano porque partir de primavera me
pongo hecho un mandril. ¡No hay derecho! ¿Tú las has visto ligeritas de ropa?
Desaparecen los abrigos y explotan los cuerpos. ¡Cuánta maravilla oculta bajo
los jerséis gordos! ¡Vivan las camisetas! Oye, si no quieren que las miren, que
se pongan un hábito. Ellas quieren que las repasemos de arriba a abajo. Eso sí,
hay que hacerlo con discreción, con cuidado. No hay que violentarlas quedándote
bizco ante el escote, a un palmo.
Servilleta. Yo
no soy machista. Que se lo digan a mi mujer. En casa no hago nada porque ella
lo hace todo bien. Qué digo bien: muy bien. Hay que felicitarla, y la felicito.
¿Qué sentido tiene que planche yo si ella plancha de forma perfecta? Cuando
alguna vez lo he intentado, ella me ha apartado de la tabla de planchar:
“Quita, quita, que lo haces fatal. Más que planchar la camisa parece que la
castigues”. Lo inteligente es facilitar que quien hace bien una cosa, la siga
haciendo. Si pongo la mesa, olvido la mitad de las cosas. En cambio, ella…
¡Hasta sabe plegar la servilleta como en los restaurantes!
Delantera. Yo
no soy machista. Es verdad que en el bar prefiero contratar antes a una
camarera guapa que a una fea. Que quede claro: no tengo nada en contra de las
feas, ni de las gordas, ni de las bajitas. A mí me gustan todas las mujeres.
Eh, respeto a todas por igual porque todos somos iguales. Contrato a las
buenorras por estrategia comercial. Está comprobado que venden más. ¿No
es agradable que te sirva alguien con unas facciones bonitas y una buena
delantera? Les pido que sean cariñosas con el cliente, que enseñen escotazo
porque eso ayuda a vender copas.
Implante. Yo
no soy machista. Por eso quiero que mi hija encuentre a un buen chico que la
mime, que la cuide, que la trate como a una princesa. No es lo mismo una madre
que una hija. Las madres ya están perdidas. El futuro es de las hijas: que sean
modelo, concursante de televisión, una cosa de esas. La mía está muy plana. Si
me lo pide, le pagaré un implante.
Macho. Yo
no soy machista. Lo que no puedo evitar es ser muy macho. Porque las mujeres,
digan lo que digan, lo que quieren de verdad es un tío-tío, un buen macho.
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