En la periferia de la restauración








Probablemente, Tamae y Goxo Barcelona, restaurantes con servicio a domicilio y con comida para llevar, no habrían nacido sin la pandemia y la necesidad de los restauradores de recomponerse.

 

 


No solo el covid ha hecho que el magma del delivery rompa la tierra –con los conocidos problemas de explotación laboral de los riders y tiranizados también por el cliente vago atrincherado en casa–, sino que cocineros relevantes, como es el caso de David Muñoz y Albert Raurich/Eugeni de Diego, hayan optado por una fórmula mixta, en la que se aceptan comensales sentados mientras los pedidos van siendo disparados a mensajeros sobre ruedas.


Resumamos con neologismo: es el alumbramiento del delibar y de la delibarra, contracción que contiene medio delivery.


Pero ¿es nuevo-nuevo? De ninguna manera. Sin profundizar, me vienen a la cabeza negocios con extra: el pollo a l’ast con degustación, la hamburguesa con degustación o las centenares de panaderías (que no lo son y mantean ese nombre de forma inapropiada) con degustación.


Aunque las diferencias son enormes, más allá de lo asiático (casualmente, en Goxo y Tamae sus factótums aparecen como especialistas en lejanías zarandeadas).

Una: los locales y su presencia, el aspecto formal, la decoración.

Dos: la construcción de los platos, pensados desde máximos. Como me dijo Dabiz en descriptiva frase pirateada después por algunos periodistas: “Alta cocina vestida de fast food”.


El efecto contagio –y vivimos infectados– es inmediato y seguramente el modelo híbrido se multiplicará.

Los dueños futuros, y los presentes, deberían reflexionar sobre qué plataformas contratan y cómo se retribuye a los que llevan el manillar.


Cada vez son más las voces (como no puede ser de otra manera) que reclaman condiciones justas para los trabajadores de la hostelería (y el aumento de precio de Diverxo parece que va en esa dirección), si bien me llama la atención que haya tantos propietarios de restaurantes repentinamente aguerridos.


¿A qué esperaban para pagar lo adecuado, respetar horarios, tratar bien a las personas?

Estaba en sus manos y ahora parece que la responsabilidad sea de otros, de ese cliente al que se le recuerda que paga precios muy bajos.  


No podemos felicitarnos de que los envases sean sostenibles sin preguntarnos antes si los sueldos también lo son.


Sin embargo, los riders no cuentan. Los riders no son camareros. Los riders son la periferia de la restauración. 




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