The World's 50 Best Restaurants 2023: los ganadores son las marcas
Oh, sí, extraordinario triunfo para el restaurante Disfrutar, para Oriol Castro, Eduard Xatruch, Mateu Casañas, y para el equipo, claro, el equipo. Y para Barcelona, sí, para Barcelona. Y para David Muñoz y Diverxo y para Bittor Arginzoniz y Etxebarri y para Quique Dacosta y Quique Dacosta y para Aitor Arregui y Elkano y para Andoni Luis Aduriz y Mugaritz. Felicidades a todos, extraordinarias casas, cocineros virtuosos.
Pero la gala… En la invitación, un requisito imposible de cumplir en la València bochornosa del 20 de junio: traje y corbata. Muchos se lo creen y son saunas ambulantes; algunos pintureros han decidido un vestuario para una boda real o la de una folclórica; un cocinero se ha disfrazado de Tortell Poltrona.
La culpa, claro, del arquitecto e ingeniero Santiago Calatrava, con edificios pensados para dioses, alturas absurdas y climáticamente insostenibles, esqueletos de animales mitológicos. Morimos de calor, y tumultos. No son espacios para seres humanos: La Ciutat de les Arts i les Ciències.
Estuve en los días de Londres y la fiesta entonces de The World’s 50 Best Restaurants era de una comodidad doméstica: los chefs cabían en la consulta de un dentista. Todo es ahora gigantesco –Calatrava, la megalomanía de Calatrava y de los políticos que promovieron la construcción–, de manera que el alojamiento resulta pertinente.
Recepción y chunda-chunda y aperitivos y cervezas y gintónics y agua con y sin gas en el Museu de Les Ciències y, con banda de música y pasacalle y la atónita mirada de las personas que hacen ejercicio, el traslado a pie de los convidados hacia el Palau de les Arts, en esa monumental desolación que ha servido de escenario para películas y series de ciencia-ficción.
En la entrada, Virgilio Martínez, de Central, a unas horas de saber (ya lo sabía) que su restaurante será el mejor-del-mundo.
Al felicitarlo (preventivamente), una enigmática respuesta: “Quien no está nervioso es un mentiroso”. Quien saca billetes para más de una docena de personas desde Lima es que ha recibido buenas noticias (anticipadas).
Fotografío después a Virgilio con Rasmus Kofoed, de Geranium, ganador del 2022. Es como un simbólico cambio de testigo.
Tres ascensores para subir a cientos de personas, dos lavabos para que cientos de personas evacuen. Hola, me llamo cola. Hola, esto comenzará con mucho retraso.
Cristina Pedroche, pareja de David Muñoz, resignada, con buen humor: “Puedo parir en cualquier momento”. Ese es el gran premio.
Andoni Luis Aduriz brilla. Después, en el escenario, lo ovacionarán, es una leyenda, el Icon Award. Él dice: “Soy el premio Cornetto”.
La gala, oh, sí. Larga, tediosa, sin otro interés que llegar al final, de conocer el final. Contrariamente a lo que se cree, no se celebra a los cocineros, sino a los esponsors. Un patrocinador lo expresará después, en privado: “Nos miman, tienen una gran sensibilidad”. Pues eso: las marcas son las genuinas protagonistas. Se las nombra una y otra vez.
Los dueños del chiringuito son unos recaudadores experimentados: el organismo Visit Valencia ha aportado 1,5 millones de euros. No pagan un euro ni viajes ni alojamiento a los más de mil votantes. ’Cash’, ‘cash’.
Después, la celebración, con unos exultantes Oriol Castro y Eduard Xatruch, que se veían, “y con sinceridad”, en el puesto cuarto o quinto. Es lo que auguraban esas quinielas que nunca aciertan. “¡Si somos unos mindundis!”, suelta Edu, ya de madrugada. “Es que me he emocionado”, sigue Oriol. Grandes, también en modestia.
No demasiado lejos de La Ciutat de les Arts i les Ciències, la carpa del Circo Encantado.
El cocinero con pantalones y zapatos de Tortell Poltrona, el francés Bruno Verjus, ha sido aplaudido en el escenario de Calatrava.
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