El restaurante de la semana: Londres, 35



Caballa marinada con fresones y cítricos.


Londres es internacional



Conversar con Anna Pujadas (1986) y Jordi Viscasillas (1984) es escuchar el suspiro de la hostelería: largas horas de trabajo, poca ganancia, tembleque ante el futuro.

Hace poco más de un año, Anna y Jordi arriesgaron con Londres, 35, espacioso comedor con atmósfera escandinava, cómodo y práctico, madera y sillas con sustancia. Ellos y sus familias han tenido buen gusto, y buenas deudas.


El de mediodía es un MMB (mejores menús de Barcelona) a 11,90 euros, lo que sorprende porque subsisten a unos metros de la Diagonal, frontera ideológica como económica donde los precios cogen carrerilla.


Asisten a diario a numerosos vecinos, entre ellos, gente mayor que desmenuza con nostalgia el bacalao a la llauna, preparación enlatada en la memoria infantil y dominical de Jordi, habitante de esta calle desde niño. Le sale bien el platillo barcelonés con ajo frito y pimentón, que enrojece las níveas carnes del gádido.


Mientras sirve cafés o cruasanes en los desayunos, Anna escucha los dolores de la generación de súper yayos que, tras lograr jubilarse y esquivar a Bankia, siguen sustentado a los hijos mileuristas.


Fui dos veces a Londres. La primera me dejó dubitativo. Hurra por la caballa marinada con cítricos y fresones y snif por el wok de verduras con calamares y langostinos, que me aburrió.
Después de haber chapoteado en la superficie con dos platitos y un postre, regresé al cabo de diez días para el buceo de cata mayor, con un completo de seis.
Una copa de Molí de Foc, tinto del Penedès y al lío.

Tras conocerse estudiando turismo –que Jordi compaginaba con clases en la Hofmann–, la pareja partió a Australia, donde el cocinero en prácticas se enroló en un restaurante italoespañol para después mudarse a un comedor en francés.

En el 2009 regresaron a saltos a Barcelona y Jordi cambió el gorro por la servilleta para ser camarero en tránsito.
De nuevo con Anna, y sin espíritu anglófilo, abrieron Londres. En la bolsa de canguro, el gusto por lo asiático, que en Australia es segunda religión. Wok, tataki, pasta, burger, tandoori, ese fardo que aprieta la #kocinaurbana. Londres es internacional.


En la segunda tanda, mezclé carta y MMB. Los buñuelos de bacalao (menú) fueron una estupenda pedrea para comenzar.
Cumplió el salmón con tostaditas horneadas en el restaurante (“intentamos hacer lo máximo por convicción y para controlar los costes”).
A la cebolla caramelizada del ravioli con manzana y gorgonzola le faltaba tiempo (pero se agradeció la elaboración casera de la pasta para un menú de diario).
El emplatado de la carne fue sorprendente por retro y coherente: lonchas de magret de pato a la naranja, ¡dentro de una naranja! “Prefiero no desperdiciar nada. Si uso el zumo, ¿por qué no la cáscara?”. La otra mitad la cortó en tiras y la confitó. El futuro se construye con reciclaje.

Los postres, buenos y contundentes, brownie, pastel de queso, pa de pessic, necesitaban una cura de adelgazamiento.


La brigada de la restauración media se amplía en Barcelona.
Necesitamos más lugares como Londres a los que volar en low cost.




Londres, 35
Londres, 35
T: 93.535.00.73
Menús  mediodía: 11,90 euros.
Precio medio (aprox): 25€ (sin vino).



PICA-PICA
Atención: a la nueva carta, más tapeadora para atraer a la juventud.
Recomendable para: los que quieran comer en un ambiente agradable.
Que huyan: los que sospechan de la mezcla de lo asiático y lo local.



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