Restaurante Casa Xica // Barcelona






















Casa Xica
França Xica, 20. Barcelona.
T: 93.600.58.58.
Precio medio (sin vino): 25 €.
Plato del día: 9 €.





Casa China







Casa Xica se resume en el recipiente que contiene palillos, cucharas, tenedores y cuchillos.

Ese es el espíritu de la casa: la mezcla con sentido para que cada cual se acerque a los platos como prefiera.

Casa Xica –está en la calle França Xica– también podría llamarse Casa China porque sus dueños y chefs, Raquel Blasco y Marc Santamaria, vivieron y regentaron restaurantes en el país del comunicapitalismo.

Los nombres de aquellos establecimientos supuraban nostalgia: La Pedrera y Barcelona at The Bund. Se conocieron en la escuela de hostelería, vivieron en Londres y recalaron en Shanghái como nómadas gastro y herederos de la cocina trolley.

De regreso se asociaron con Esteban Puertas, a cargo de la despensa de vinos naturales, para abrir esta pequeñez con aspiraciones grandes. Esteban ha dejado la sociedad y se ha marchado a Costa Rica en busca de tortugas y experiencias.

“Nosotros mezclamos historias, productos, ideas de aquí y de allá. Y lo que resulta es algo nuevo”, resumía Raquel. Buena cocina, buenas manos y buenas vibraciones: la selección musical me pareció excelente. Escuché a Concha Buika y a Quantic: el popurrí también por los oídos.

Ostra del delta con infusión de jengibre: mejor cortada en dos mitades para evitar ahogamientos y toses (me pasó: cof cof).

El atún con crema de miso blanco: bien, aunque en el límite de sal. 

Tres platillos fueron dignos del emperador: la caballa curada con pan de especias (ñam), el bacalao negro con almejas y jugo de pollo y el cochinillo crujiente con pan chino.

Reservo unas líneas para el tartar de buey con kimchi y piparras y para los fideos de soja verde, tobiko y vieiras.

Decir del primero que lo sirven con pan carasatu y que podrían afinar la presentación alternando capas de hojas crujientes y carne.

De sabor, excelente: buen juego de los picantes, del próximo y del lejano.

Respecto de los fideos, contar que no necesitaban la vieira (aunque era buena) y que enganchaban más que una madeja a un gato de YouTube.

Esteban metió el sacacorchos en varios vinos, con algún chasco: la supuesta acidez del Semplicement Bellotti no apareció. Entró bien el Purulio y dejaron buen recuerdo El Pino Rojo y, sobre todo, el Carriel dels Vilars. Tendrían que invertir en copas.

De postre: un cheese cake (ya nadie lo llama pastel de queso) con vainilla y galleta. Salí rodando como un buda.

A diferencia de otras metrópolis, Barcelona tiene pocos restaurantes en los que lo asiático se entrelaza con lo local.

Los chinos, tailandeses y japoneses los llevan chinos, tailandeses y japoneses (bueno, esos también los llevan los chinos).

El cliente aventurero quiere escapar de las cartas previsibles y las ofertas repetidas.

La combinación de mundos es una posibilidad de sorpresa, o de decepción si en lugar del corazón y la cabeza se escuchan los latidos del márketing.









Atención: al tamaño del lugar y la necesidad de reserva.
Recomendable para: los que quieren conocer a dos chefs con cabeza.  
Que huyan: los de ‘botifarra amb seques’.










Comentarios

  1. Ostras, que buena pinta todo, no me extraña que salieras rodando. Es cierto que se le está prestando más atención a los mestizajes de todo tipo. Personalmente creo que las mezclas con buen gusto ensalzan las materias originales, al fin y al cabo esto es la cocina, pura alquimia con las cosas de comer. Saludos!

    ResponderEliminar
  2. Mezclar con mesura. Coger lo mejor de otros.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Restaurante Claris 118 // Barcelona

La guía Michelin quiere ser The World's 50 Best Restaurants

Desnudos y exhibicionistas: unas palabras sobre el 'food porn'