Solo quedarán los insectos






LEER. El hombre es mayor, corpulento y con barba. Aunque han comenzado los primeros fríos, está descamisado. La piel es de caballo de bronce. Vive al aire libre. Su casa es un coche. En verano, saca los enseres y ocupa parte de la calzada. No molesta porque por esa calle astrosa apenas pasan vehículos. Es zona de almacenes, direcciones a las que solo van los obligados. Lo veo cada día al pasar por la autopista. Él está al otro lado de una valla. Hoy se apoyaba en el coche y, sobre el vientre, un libro. Leía, parecía concentrado. Y, por alguna razón, o por ninguna, me ha parecido que había esperanza.


ESCRIBIR. “Entrudusir el ticket con la banda parriba”. No da risa. Es un cartelito en la barrera de salida de un párking. Expresa el dolor del que lo ha escrito. Alguien que no está acostumbrado a hacerlo, al que le supone un gran esfuerzo juntar unas cuantas palabras. Que saca un poco la lengua mientras aprieta el bolígrafo como si el papel fuera el enemigo. Que prefiere no escribir para alejar vergüenzas.


CULPABLE. Presidente de partido busca tesorero al que culpar.


BOLLERÍA. Marcel Proust mojó una tostada en el café antes que una magdalena. ¿Y esos articulistas y escritores enfermos de nostalgia que inspiraron sus textos en esa especialidad de la bollería? Creyeron en la verdad de la magdalena como estímulo de la memoria y a Proust le daba igual media luna, cruasán, caña, palmera, gofre, herradura, napolitana, ensaimada o churro. No era más que un recurso cargado de azúcar.


LOTERÍA. Solo compro lotería en Navidad, y un número solo. Es un desafío a la leyes de la probabilidad. Tras los cristales blindados, tres mujeres. Las tres con bastante edad y extravagancias capilares. La peluquería aún es un lugar importante para las relaciones sociales. Mientras me devuelven el cambio, llega una madre joven con el hijo, de 4 o 5 años. El niño pregunta con soltura: “¿Tenemos que comprar algo?”. La madre contesta: “No. Es un juego para mamá”. Contento, el hijo se ilusiona: “¿Y me enseñarás a jugar?”.


DIÉSEL. Adquirimos un diésel porque pensábamos que contribuíamos a conservar el medio ambiente, y hemos ayudado a gasearlo. No es únicamente el engaño de Volkswagen –la contrastada fiabilidad alemana–, sino de todos aquellos que recomendaron esos motores con ideología.


INSECTOS. La primera vez que comí insectos fue hace una década, cuando los Petràs, especialistas en setas, intentaron ese comercio en la Boqueria. Llevé al diario hormigas culonas que nadie quiso probar, personas que amaban los caracoles a la llauna, las gambas a la plancha y las ostras vivas. Después he mordido bichos unas cuantas veces: en México probé chinches aleteantes. El negocio de los Petràs acabó cuando dejó de ser un chiste, un excitador de cenas aburridas. La no-legislación los perjudicó. Fueron unos avanzados. Ahora, Europa ha abierto la puerta de la jaula para su consumo. Es un alimento con futuro, aunque a nosotros nos quede poco. Solo sobrevivirán los insectos. Y comerán nuestros restos.






Comentarios

  1. Jajajajajajjajaja, Pau, eres un fenómeno. Cuando te conviertas al..... avísame que igual me voy contigo. Un beso!

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