El búnker de Richelieu // #CuentoTallaS





Magnánimo. Richelieu llevaba años preparándose para el fin del mundo, que podía presentarse de muchas formas. Él tenía algunas preferidas, entre las que se contaban la plaga de zombis y el choque de un meteorito. Se ilusionó una mañana al abrir el periódico –aún se fiaba del papel y de las radios a pilas– y leer que un asteroide “potencialmente peligroso” se acercaba a la Tierra. Sus amigos lo tomaban por loco –o por estúpido, según el grado de compasión– y las relaciones con ellos habían ido diluyéndose. Ahora tendrían que darle la razón, aunque no sabía si estarían a tiempo de reconciliarse. Sería magnánimo y se lo pondría fácil. La catástrofe era inminente: el diario fechaba la aparición del bólido para la semana siguiente. ¿Cómo era que nadie se lo había advertido antes? ¡Se acercaba un cuerpo celeste con mala uva y la primera noticia aparecía a la hora del desayuno de un día sin épica!


Apocalipsis.
Había que acelerar los preparativos. El impacto de un asteroide le complacía, aunque su predilección era una epidemia de muertos vivientes. Los libros que acumulaba sobre la materia ocupaban varios estantes. Sobrevivir a un apocalipsis zombi preocupaba a muchos autores. Si no fuera una posibilidad real, ¿acaso existiría una serie de televisión llamada The Walking Dead? Nadie invertía tantos recursos en una ficción para nada: Richelieu tomaba apuntes como si asistiera a clase. En caso de que llegaran los caminantes sabría qué hacer: había diseñado un traje protector inspirado en las vestimentas reforzadas que usaban los entrenadores de perros asesinos.



Aguachirle. En cambio, la literatura sobre cómo comportarse tras un choque extra terráqueo era escasa, no así las películas de Hollywood, que Richelieu consideraba tesis académicas sobre la materia. En caso de que hubiera un impacto, probablemente sería en territorio norteamericano, pues así sucedía en esas obras maestras que visionaba una y otra vez. El resto del planeta quedaría cubierto por un polvo espeso que cortaría de raíz la luz del sol y extinguiría la mayor parte de las especies. Pero él tenía un refugio lejos de la ciudad donde superar el manto ahogador. Se alegraba de que la hecatombe llegara del cielo y no del suelo, de volcanes o seísmos, o de los mares, con una crecida bíblica de las aguas por la conversión de los casquetes polares en aguachirle. La fuga atómica tampoco le complacía porque la radiación era un veneno invisible. Las pandemias víricas eran aceptables: para superarlas solo había que estar solo. Si mantenía aislado, ¿cómo se contagiaría?

Supervivencia.
Gastó los ahorros, un préstamo y la herencia de los padres –era hijo único– en comprar un terreno en un páramo, donde había pagado para que le alzaran un muro y una torre. Lo importante estaba enterrado: un búnker equipado para aguantar cien años. Disponía de agua, de energía, de víveres, de ropa y de equipos de supervivencia. Tardó años en tenerlo a punto y con los almacenes a rebosar. Equipo de radioaficionado, un lavabo químico, un dormitorio y una zona mixta con comedor y biblioteca-videoteca con todo lo que había que saber sobre armagedones.


Astronauta. Se despidió del trabajo de administrativo, se disfrazó de rambo cincuentón, cerró el piso y se trasladó en el 4x4 al refugio. Se mentalizó para un encierro prolongado. Repasaría la colección completa de pelis con meteoritos para saber cómo proceder. Pasado un tiempo prudente, tal vez un par de años, saldría al exterior con el traje de astronauta de la NASA que había comprado por internet. Entonces buscaría a una Eva y comenzarían a repoblar el planeta. Aspiraba a ser alguien en el nuevo mundo, un hombre influyente. Por eso estaba encantado con el recomenzar. La vida pasada lo había tratado mal y, gracias al exterminio general, sería un notable en la futura.


Asteroide. En la mesa de la cocina de la vivienda de la ciudad quedó la noticia que, por el entusiasmo, Richelieu no leyó del todo. El asteroide “potencialmente peligroso” pasaría a un millón y medio de kilómetros de la Tierra. El fin del mundo no sería la semana siguiente.





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