El restaurante de la semana: Fábrica Moritz



Los mejores platillos de Moritz, según Jordi Vilà.
Falta el postre. ¿Tendrá algún valor este original?


La coca alsaciana, de nombre para olvidar, flammkuchen.


El surtido de salchichas. Es difícil comprender que
los alemanes dominen el mundo con esta dieta.


Jordi Vilà, decidiendo los platos
 imprescindibles entre ¡más de 150!


Una de las libretas en las que el chef toma notas,
apunta platos, desarrolla ideas.




El cocinero Jordi Vilà tiene más actividad que un ciempiés.

Sus patas son Alkimia, Vivanda, el Velódromo y el multiespacio Fábrica Moritz, más un anexo semisecreto, la empresa de tortillas Ouyeah!, abandonadas hace meses las pizzas y las pastas.


Croniquear restaurantes es esquivar el tedio, así que para no aburrir ni aburrirme, le pedi al motochef la lista de sus diez platos imprescindibles de la Fábrica Moritz para una comida compartida.


Lo de la Moritz es un milagro, la multiplicación de las tapas y las cervezas. Barcelona se caracteriza por el entusiasmo con el que acompaña las aperturas y el abandono progresivo de los espacios. Es fácil comenzar con llenazos e ir perdiendo a los clientes sin otra razón que el traslado de la novedad a otra parte. Un público infiel y picoteador. No es el caso de la Moritz, que continúa con las sillas ocupadas.


Esta es la crónica completa y la elección del cocinero entre más de 150 opciones:


Fábrica Moritz: el 'motochef'

Ronda de Sant Antoni, 41. Barcelona 
Teléfono: 93.426.00.50 
Precio medio (sin bebida): 20-25 euros


Jordi Vilà es la alternativa menestral y sobre dos ruedas a los 'jet chefs', la nobleza con asesorías en varios continentes, tipos que desayunan en París y cenan un sándwich club en Dubái.

Jordi es el 'motochef' y la pista de aterrizaje y despegue son las calles de Barcelona y su glamur de tubo de escape.

Arranca en Alkimia, el núcleo; pasa por Vivanda y Velódromo y aparca en la Fábrica Moritz Barcelona (FMB).
Da más vueltas que el concejal de vía pública.

Jordi jadea de cansancio, aunque sin rendición, y el discurso es bravo y con mostaza: «Actuamos como pentatletas. No somos los mejores en 100 metros, no somos los mejores en nada, pero competimos en todas las disciplinas».
La carta tiene más artículos que la Constitución. Supera las 150 ofertas comestibles, sin contar los desayunos. «¿Extensa? Es la carta de una cervecería. Abrimos 21 horas al día y empleamos a 70 personas».

Porque esto es una cervecería aunque tenga el Bar à Vins –la pequeña maravilla que dirige Xavier Ayala y permite paladear vinos a dedo, copa, porrón o botella y pagar a peso, ¡atención al Morgon 2010!–, la tienda recién abierta con los panes de Triticum (¡por fin!), la futura 'brasserie' de la planta baja y la decisión –aún en el aire o en la planta noble– de trasladar Alkimia.

Las cifras del complejo gastronómico, con Albert Cano como director de hostelería y Ángel Vidaurren como chef, son apabullante: venden 1.000 tíckets diarios y 2.500 los viernes.


No se había visto un éxito así en Barcelona desde la visita del Papa. Si hablamos de patatas –como si el tubérculo fuese la unidad de medida–, los 60.000 kilos que mondan al año servirían para calcular la notoriedad.

He cenado media docena de veces en esa 'tapateca' y, pese a las dimensiones a la alemana, el resultado ha sido el premio a la regularidad.

Superado el test, quise embarullar a Jordi y le pedí los 10 imprescindibles, sabiendo que le costaría algunos lamentos.

Con una caña de Epidor de barril, sin pasteurizar, fresca como la leche, comenzamos a varear la carta.

1/ Cayó la 'flammkuchen', pizza alsaciana: me hubiera comido hasta el plato, muy buena.

2/ Los calamares a la romana: hay debate, ¿más tersos o menos? A Jordi le gustan así; los prefiero un poco más firmes.

3/ La bomba con carne picada de buey, ¿buey-buey?, «sí, de la 'cuixa'», bien-bien.

4/ Los 'éclairs' (de la carta del Bar à Vins), los pastelitos variados, como de comunión buena, olé el de queso azul y pera.

5/ La escalivada con anchoas: impecable.

6/ La 'cocotte de coq au vin' (del Bar à Vins), invierno en la cazuela.

7/ La sopa de cebolla, mejorable, sin sabor.

8/ La 'quiche', textura de piel joven y láctea.

9/ El gran plato de salchichas con chucrut, ¡quién hubiera dicho que eran tan ricas y asesinas!
Y 10/ La torrija, deliciosa, aunque del tamaño de un Fiat 500.

Tras el banquetazo, Jordi cogió la moto. Yo preferí caminar un rato. O rodar.


















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