El restaurante de la semana: La Xula Taperia
La Xula Taperia
Mare de Déu dels Desemparats, 18. Barcelona
T: 93.165.01.01
Precio medio: de 10 a 25 €.
Momento cañeo
Los buenos degustadores de lúpulo,
esos de cremoso bigote blanco, pontifican que, en Barcelona, no tiran bien la
cerveza. Se diría que en la ciudad dominan los orinales.
¿Será cierto? No soy experto
en serpentines, ni comparador de cebadas burbujeantes, pero sí me he dado cuenta
de que, en La Xula, Tamara Lefelman gobierna el grifo, prepara con mimo la caña
de Alhambra y el resultado convence más que un peluquín. Un par de dedos de
crema, buena temperatura, líquido reposado.
Tamara da la receta: “Hay que
desperdiciar un poco de cerveza. Echar espuma, reposar, más espuma”. He
preguntado a catedráticos de la birra y han concluido: “Una de las mejores de
la ciudad”.
Esta es la hora del “cañeo”, de dar
caña.
“Con cada caña, regalamos una tapa. Para hoy hemos preparado zanahoria especiada
y tortilla de patata”.
La oferta es un imán en la República de Gràcia y durante
el rato que ocupo un taburete entran y salen sedientos en pareja o grupos con
gusto por el trago amarillo.
Me agrada más la palabra “cañeo” que la inglesa y
ulcerosa afterwork. Los estupendos de
las tendencias hablan del afterwork:
es eso tan antiguo de pasar por el bar.
Esto va por horas, de la tarde a la
noche: “momento cañeo”, momento ceneo
y momento copeo. Loris Fernández y Tamara distribuyen vasos como quien tira las
cartas.
Tamara –que estudió sociología y
ahora practica esa ciencia social en la barra– y David Guizy –pareja, socio y
cocinero con el que comparte el cátering A Punto– son madrileños y de ahí el
nombre del espacio, con la x que catalaniza: La Xula Taperia.
El chef tiene un
currículo con espuma, bien tirado: pasó por la Hacienda Benazuza (Sevilla)
cuando bullineaba y Comerç 24. Esa alta cuna gastro es difícil de aplicar en
este lugar de rejoneo, aunque deja rastro en la espuma de fuagrás que acompaña
las alcachofas con torreznos.
Le pregunto a David cuál es el estilo
de cocina, asunto que aturde a los jóvenes chefs: “Cosas que me gustan. Quiero
hacer bien las cosas que he aprendido. Y a buen precio”.
Podría haber resumido:
cocina chula, porque lo es.
Porque es chula la coca con tataki de atún, mostaza
y cebolla.
Y la sardina a la veneciana, “estilo Xemei”.
Y el pastel con mango y
avellanas caramelizadas. Me atrae el salmón marinado con remolacha, aunque la
raíz se ha comido al pez.
Disfruto con el canelón de butifarra y ceps, ep, que
se escapa un pedazo.
El burrito de pringá,
espinacas y queso encaja bien con esa restauración del bocadillo que llega.
Es
atrevido el calçot con praliné de frutos secos, aunque a la cebolla le sobran
capas.
Lo chulo es sentarse, conversar con
Tamara, buena socióloga que dirige frases amables a los habituales (“Pili, te
has cambiado el pelo”), espumarse con la birra y empalmar el momento cañeo, con
el momento ceneo y el momento copeo.
PICA-PICA
Atención: a la tapa de regalo, muy
raro en Barcelona.
Recomendable para: los amantes del
barril rubio.
Que huyan: los del quinto calentorro.
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