Sin que el sexo medie







En el 2012, Carme Ruscalleda envió una carta tan contundente como educada a los organizadores de The World’s 50 Best, eso que cotidianamente llamamos el Mejor Restaurante del Mundo.

En la misiva, la Jefa renunciaba a participar en la categoría femenina, eso que cotidianamente llamamos la Mejor Cocinera del Mundo.

Por derecho, ella es la primera de la lista. Renunciar a la corona, y a la inherente publicidad mundial y al halago y la rendición de los súbditos, es de una valentía poco reconocida.

Razonaba bien Carme el porqué de la auto exclusión: «Estaría también en desacuerdo si el creativo premio Veuve Clicquot premiara los valores de la distinción de raza, color o la inclinación sexual de los chefs». ¿Mejor chef gay del mundo? Raro, ¿no? El/la mejor chef, y punto.

La brasileña Helena Rizzo lo merece, claro que sí, pero también Maní, su restaurante y el de su pareja, el catalán Dani Redondo, aspira un día a estar en lo más alto. De forma absoluta, sin que el sexo medie en la decisión.

El problema es otro, ¿cuántas mujeres están a la cabeza de los más célebres, avanzados o influyentes restaurantes del mundo? Muy pocas.






Dos Grandes Señoras de la Cocina, Carme Ruscalleda y Fina Puigdevall,
con un caballero, Toni Balam.





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