Despropósitos de año nuevo







[Cada año, en el Dominical, publicamos un buen número de páginas a explicar lo que traerá el nuevo año. Esta es la presentación, algo apocalíptica]. 


Los propósitos de año nuevo son los despropósitos de los siguientes 12 meses.

Siempre esperamos que lo nuevo mejore –o repare– lo viejo, que el 2016 supere al 2015.
Hemos repetido el mismo deseo desde el origen de los tiempos, antes de los calendarios y los relojes, antes de saber del mismo tiempo.

¿Qué deparará el recién nacido?

En las palmas del ser humano, dos instrumentos: un cuchillo y una pluma. La razón y la barbarie, por fortuna, no a partes iguales.

Terrorismo con bits y con kalashnikovs, de lejos o de cerca, igual de certeros y destructivos.

Terrorismo climático, e inducido por nosotros con dosis masivas de CO2.

Muchas guerras, con la religión como excusa, con el totalitarismo como fin.

Otras guerras son silenciosas, la del agua, y su escasez. Mueren ahogados en arena.

Los migrantes huyen de las bombas y los tiranos, y los políticos –gordas y bien nutridas corbatas– dicen quererlos, como se quiere a la gente que no es tu gente, por compromiso, y vieja piedad.

Todo lo escrito son generalidades: leer el futuro es equivocarse.

Los medios de comunicación tienen a sueldo a nostradamus que se adornan con vaguedades de cacatúa: relato (historia, narración), línea roja (verde, amarilla, negra, discontinua), hacerse trampas al solitario (engañarse) o la inmortal frase “es la economía, estúpido” (o el circo, animal). Hablar de tópicos es ya un tópico.

Hasta aquí la depresión: al pasar la página, la diversión.





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