Restaurante Tapas 2254 // Barcelona
Tapas 2254
Consell de Cent, 335. Barcelona.
T: 93.528.60.02.
Precio medio (sin vino): 30 €.
Menú de mediodía: 13.50 €.
Del Orotava a Tapas 2254
Desde que el José María
Luna cerró el Orotava en el 2005, que en su momento fue un restaurante
importante que sentó a intelectuales deseosos de una dosis de caviar, o de escudella, no había puesto las bambas en
el establecimiento.
En la fachada, los azulejos de Joan Miró horneados en 1997:
Restaurant Orotova, que abans es deia
L’Hostalet. Recordaba unas escaleras, un salón, paredes de tela, aire belle époque. Pregunto al cocinero
Nuncio Cona por la escalera. Algún propietario precedente –fue también la
pizzería Napul’è– la tapió.
Tapas 2254 no es un restaurante italiano, aunque el
patrón, Nuncio, de 38 años, lo sea. 2254 son los kilómetros que recorrió en
vespa desde Palermo a Barcelona como si fuera Marcello Mastroianni o Nanni
Moretti con culo de mármol.
Le gustó, aparcó el vehículo y se quedó. El primer
negocio fue en el Port Olímpic y el nombre era discutible: Tapas Locas. Sentía
que necesitaba conocimientos para prosperar y se matriculó en la escuela Bellart.
“Me abrió la mente”.
Para este Tapas 2254 recurrió a profesores, entre ellos, Pep
Nogué, en busca de asesoramiento. El resultado es singular: algunos platos se
acercan a la alta cocina tranquila. Hay talento, hay gusto. Sería una pena
malograr la línea. A menudo, la grandeza o miseria de un plato se mide en
milímetros. Nuncio: hazle caso a Pep.
El vermut Cocchi es de
premio y acompaña unas aceitunas con una pipeta, toque moderno que ni fu ni fa.
El (buen) capuchino de erizo aniquila la
delicadeza de la gamba: una bestia ruda aguantaría mejor.
Magnífica la ostra, y
su compañía e intención: jugo de rabo de vacuno y panna cotta de leche de oveja ripollesa.
Sigue sumando puntos:
huevo a baja temperatura, sobrasada y crema de queso taleggio y sardina ahumada
con guacamole (sobra humo).
Los otros cuatro son
de nota alta: los mochis de patata con trufa y salsa de ceps (patata al vapor: buena idea), los langostinos con curry rojo
(y bizcocho de perejil; es decir, el pan para mojar); la ventresca de atún
envuelta en cansalada de Olot es de
otro planeta y la fondue de queso
Sant Ignasi con setas reconcilian con las fondues
como arenas movedizas.
Me interesa menos el meloso de cordero y nada, el
plátano con dulce de leche.
La torrija con crema catalana es un final
agradable. Como bajativo del banquete, Les Terrasses del 2013, que sienta mejor
que el chaleco a un dandy.
Una mesa comunal (12
metros) preside el restaurante, con la cocina abierta al fondo. Durante mi
visita la ocupan asiáticos. El chef cree que son coreanos; no está seguro:
sospecha que alguna página de Facebook fiable para estas personas los
recomienda.
“Al principio, tuve dudas con la mesa. Ya no”. Esas mesas de
refectorio van encontrando acomodo en Barcelona. Es la misma filosofía que la de
las barras, pero sentados. Prefiero la intimidad.
Restaurant Orotova, que abans es deia
L’Hostalet (i ara Tapas 2254). Que Nuncio se quede muchos años.
Atención al: precio
majo del menú de mediodía.
Recomendable para: los que quieran una cocina
con intención.
Que huyan: los de pasta, pizza y risottos.
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