Algunas cosas que detesto
FAMILIARIDAD. Que alguien a quien conozco poco me diga por teléfono con inapropiada familiaridad: “Eh, chaval”.
INCENDIAR. Que las webs de los diarios estén enganchadas a un tópico de ceniza: “Fulanito ha incendiado las redes”.
PUERTA. Que alguien entre en un bar o en un restaurante y no cierre la puerta.
PUERTA (Y 2). Que alguien entre en el lavabo de un bar o de un restaurante y no cierre la puerta.
CORREO. Que envíen por correo electrónico mensajes con varios megas. Y que ese mismo que manda las toneladas de información (¡a quien le interesan!) se queje de que el buzón está cerrado.
CORREO (2). Que envíen un correo electrónico y que, inmediatamente, telefoneen para asegurarse de que has recibido el correo electrónico.
IDIOTA. Que estés sentado junto a un idiota y que los demás lo consideren un genio.
BALCÓN. Que un perro del vecindario ladre, abandonado en el balcón, y que los dueños se hagan los sordos.
TARDE. Que se convoque a una comida a una hora en concreto y que siempre (siempre) la misma persona llegue tarde.
AMBULANCIA. Que una ambulancia pida paso y que los coches se aparten con dificultad y que un canalla vaya avanzando enganchado a su estela, aprovechando el hueco que la urgencia deja.
CORREO (Y 3). Que mandes un correo a un colega y que no responda y que tengas que insistir, e insistir.
VERGÜENZA. Que alguien te pida una pequeña cantidad de dinero para pagar algo y que tengas que perseguirlo mucho tiempo después, pasando vergüenza, para que lo devuelva.
EXQUISITO. Que prestes un libro, lo retornen maltratado y al quejarte te tachen de “exquisito”.
SÓLIDO. Que te intenten vender cualquier cosa por teléfono y que cuando pidas algo sólido –un papel, un documento que ayude a pensar– digan que esa oferta es solo por teléfono.
RECURRENTE. Que cuando alguien se equivoca, responda de manera recurrente: “Yo no he sido”.
INFANTILIZAR. Que el peterpanismo sea un activo social. Que nadie asuma responsabilidades. Que la sociedad se vaya infantilizando.
GESTICULANTE. Que los escritores patriarcales se comporten como señoritos y que traten a los ciudadanos como seres inferiores y que se soflamen cuando no les ríen las gracias y que, muy enfadados y ceñudos y gesticulantes, califiquen de poco demócratas a los demás, henchidos de verdadera democracia.
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