Frailecillo al queroseno // Islandia








Viajé a Islandia sin suerte. Quise probar una cocina única, ártica, radical y di con platos mediocres (y alguno, incomible).

Seguro que hay direcciones en las que brillan  –en esta época, hasta la medianoche– chefs finos o, al menos, con sentido común. O puede que haya demasiados foodies dispuestos a maquillar los viajes y contar vivencias inanes como experiencias definitivas.

Según a quien leas parece como si en Reikiavik  se cocinara la siguiente revolución a fuego de volcán. Barbas rubias y tatuajes turbios: buenos ingredientes para algún congreso visionario.

Dos cenas y una comida. Nos garantizaron que Sushi Samba (nada que ver con el original de Londres) era in y tenían razón: intrascendente.
Los rollitos de salmón invitaban a salir nadando. El frailecillo había sido ahumado con queroseno. Lo único decente fue la mini hamburguesa de reno: me habría comido hasta los cuernos.

Fue peor Kolabrautin, alojado en el edificio Harpa, la ópera. Bacalao ahogado en manzana dulce y un cordero con tanto nervio que aún lo llevo enganchado en el molar (y, en cambio, el cuello guisado estaba perfecto).

Pasa algo  en Reikiavik, pero ¿qué?





Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

La guía Michelin quiere ser The World's 50 Best Restaurants

Restaurante Claris 118 // Barcelona

Desnudos y exhibicionistas: unas palabras sobre el 'food porn'