Restaurante Bobo Pulpín // Barcelona



























Bobo Pulpín
Freneria, 5. Barcelona.
T: 93.639.32.13.
Precio medio (sin vino): 25 €.





El pulpo es listo






Juan Carlos Iglesias fotografió el peluche de Bobo Pulpín a finales de noviembre del 2014, recortado en la ventanilla de un avión mientras sobrevolaba los Andes.

Lo recordó –se lo recordaron– el día de la apertura del restaurante. Ignoraba entonces qué sería del bicho azul nacido en la carta de la Cañota, aunque el que viajaba a su lado sí tiene claro que le habló ya de un establecimiento que acogería al personaje. 

Aquel desvarío, en el que no influyó la altura y la falta de oxígeno, se ha concentrado en un espacio temático con figuras gigantescas y mapas y recuerdos inventados, en una serie de tele (de próxima emisión), en vermuts y latas y chuches, merchandising en torno a un octópodo que de bobo no tiene nada.

El pulpo es listo, listísimo, incluso con dos patas menos. Pulpín tiene seis: “Es verdad. Con ocho se nos complicaba el dibujo”, reconocía Juan Carlos.

Durante los primeros días, Juan Carlos, Borja y Pedro, el trío Iglesias, han desplazado a pesos pesados del equipo (Ever Cubilla y Rafa Morales) a la casa del pulpo, que defenderán en solitario Daniel Aguilar (cocina) y Mario Popescu (sala).

La situación es inmejorable –tras la Catedral: es lo que toca a unos tíos apellidados Iglesias– y los platos parten de una pulpería para adentrarse por caminos desconocidos.

Cocina viajera, por supuesto, como corresponde al personaje (amigos y cómplices lo han estado fotografiando en diversos destinos), pirata y cachonda. La construcción de un icono sería ridícula si detrás no hubiera un buen fondo gastronómico.

Cinco versiones pulposas, de las que probé tres. Sensacional la coreana (kimchi y pepino), curiosa la china (salsa agridulce y bambú) y a meditar la visión peruana –en bocadillo negro– no porque no fuera buena, sino porque la salsa anticuchera somete al pulpo frito. Cañas de cerveza fresca y un vermut Iris, que De Muller les envasa.

Panceta en adobo, anchoa con una gota de albahaca; inolvidable espárrago blanco con mayonesa de ají; de vicio, la empanada de atún, así como la croqueta de jamón ibérico.

La espiral de butifarra, con cebolla, mostaza y soja, estaba demasiado salada.
Las alitas de pollo cubiertas con chile chipotle, para chuparse los dedos, y soplar. Postres para compartir: lingote de chocolate y merengue de limón. No hay que dejar pasar la fruta a destiempo en almíbar.

Como se ha dicho, el pulpo es listísimo. Y aunque solo tenga seis patas (o dos manos y cuatro patas) se multiplicará. Y hay más. Los Iglesias se han asociado con los Messi, con quienes abrirán en el número 86 de Enric Granados un restaurante de nombre agotador, Bellavista del Jardín del Norte, a partir de ahora, Bellavista. “Hemos conseguido el dominio Barcelona. Estamos muy contentos. Será uno de los primeros restaurantes en tenerlo: bellavista.barcelona”, contaba Juan Carlos.

Sigue lanzando manos, o patas. Sí, el pulpo es listo, listísimo.     








Atención a: la olla a la vista donde hierven el pulpo.
Recomendable para: los que buscan “más que un restaurante”.
Que huyan: los alérgicos a Guirilandia. 























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