Chaplin a las siete menos cuarto








genio. En diciembre de 1997 viajé con el fallecido fotógrafo Paco Elvira a la población suiza de Vevey en busca de la tumba y la última memoria de Charles Chaplin, de cuya muerte se cumplían 20 años (qué aficionados somos los periodistas a los aniversarios redondos, y qué previsibles: atención, en el 2017 serán 40). Seguimos el rastro por la nieve que atería la población y llegamos hasta uno de los hijos, Eugène. Conversamos varias veces con él y tuve la osadía de preguntarle si Chaplin había sido un genio como padre, a lo que contestó rotundo que “no”. “Yo, por lo menos, no lo veía así. Era muy estricto, muy severo”.



autoritarismo. Los testimonios sobre el (mal) genio del actor y director son abundantes y se le alaba el talento igual que se juzga el autoritarismo. Escribí entonces, atrevido, que se amaba a Charlot y ¿se odiaba a Chaplin?



AUTOBIOGRAFÍA. Con Eugène, el quinto de los ocho hermanos Chaplin O’Neill, visitamos Manoir de Ban, la mansión que compraron el padre y la madre, Oona O’Neill, en la vecina población de Corsier. Embarazada de Eugène, Oona dijo que, tras dar a luz, quería un hogar, harta de alojar a la familia en un hotel, tal como contó el propio Chaplin en su autobiografía.



MUSEO. Quise saber, hace casi 19 años, si pensaban transformar la casa familiar en un museo: “Un museo... Debe de ser aburrido. Es como convertirla en una iglesia”. Pues debió de ser iluminado por un haz de billetes porque en abril fue el alegre cortador de la cinta de inauguración de un... museo. El lugar se llama Chaplin’s World y recrea su lugar de residencia, ocio y trabajo. En el 2014, la BBC publicó que el parque costaría 50 millones de euros. Veo en las fotos a Eugène, de 62 años, sin la barba nevada con la que lo conocí y con esa dentadura prominente que le prestó el padre.



CONGELADO. El caserón, construido en 1840, tenía 15 habitaciones y lo habitaba otro hermano, Michael. No nos permitieron entrar. En aquel diciembre de 1997, el edificio necesitaba una inversión millonaria para resucitar. Escuchamos el trote de cascos en el suelo congelado y eran los tres caballos enanos de raza Shetland que correteaban por la posesión, seguidos por una jauría de perros liderada por un San Bernardo. Paco fotografió a Eugène, nieto del dramaturgo norteamericano Eugene O’Neill, con su barba blanca mezclada con la crin de un Shetland. En el jardín, Eugène nos contó que su padre los obligaba a cenar cada día a las “siete menos cuarto”. A las siete menos cuarto: “Siempre era así. Invariablemente”.



RANA. Ese extraño horario lo repetía en uno de sus restaurantes favoritos, Auberge de l’Onde, en Saint-Saphorin, donde se presentaba cada domingo “a las siete menos cuarto exactamente” para cenar pollo al estragón y ancas de rana, como escribió Pierre Smolik en Chaplin après Charlot. ¿Por qué? No es el gran misterio de la vida de Chaplin que queda por descubrir, pero sí es indicativo de una personalidad de hierro. Y eso que hacía reír con el corazón.




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