El pan de exhibición






Mesa diseñada por Studio Rygalik.





Atender los cambios, las mutaciones, en los locales comerciales de la ciudad es una forma de sociología callejera y perruna.

Los espacios se llenan o vacían al ritmo de vicios y deseos, un burbujeo con sonoros plops.

Hubo videoclubs, hubo inmobiliarias, hubo fumarolas de cigarrillos electrónicos, rápidamente aventadas. 

Este es el momento de la panadería chic, del pan de exhibición, más boutique que horno, expendeduría antes que lugar de trabajo para la larga fermentación y la noche de harina.

Una cosa son las tahonas y el regreso a la masa madre –la palabra madre siempre genera buen rollo–; otra, esos espacios con interiorismo y poca miga.

Los clientes compran o se sientan para «una degustación», esa es la expresión con tilín, sin saber que en la trastienda solo hay arcones con congelados.

No es rústico, es plástico.

Comprar una de esas barras es abrazar la escayola. La adquieres por la mañana y por la noche –un garrote– podrías dar bastonazos.

Cerrarán los despachos oportunistas, maquillados de artesanos.
¿Cuál será la siguiente ocupación?
Por favor, que no se ponga de moda el falafel de autor.





Comentarios

  1. Considérate besado, amigo Pau. Cuanto me alegran tus palabras!!. Pero.... cómo es posible que los paladares no lo detecten? O es que lo hacen pero tarde, cuando ya han sido han estafados? Y , ciertamente, lo de la masa madre vende mucho pero ahora venden un sucedáneo envasado, químico, por supuesto. Te tengo que decir que se puede hacer buen pan sin masa madre, aunque si la hay, la de verdad, mejor. Un saludo para ti y para los que te leen.

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  2. Con uno de esos panes, Darth Vader no necesitaría espada láser.

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