El restaurante: Due Spaghi
[Este restaurante ha cerrado]
Due Spaghi
Carrer Sepúlveda, 151. Barcelona
93.503.19.30
Precio medio (sin vino): 20-25 €
Menú mediodía: 12 €
Italia a la catalana
A menudo salgo de los
restaurantes con un plato en la cabeza y la urgencia de cocinarlo. Como es mi
costumbre, me lo juego todo a la intuición y lo reproduzco a mi manera,
abduciéndolo.
Después de comer en Due Spaghi tuve la necesidad de versionar los
pappardelle con ragú de conejo (*) porque
se fijaron en mi cerebro como la versión de Far
l’amore de Raffaella Carrà en La gran
belleza.
Toni Pol, dueño con Nicoletta Acerbi, me había dicho que era un
“plato del recuerdo” porque a cada comensal le pellizcaba una evocación. Habló
Toni de canelones, a lo mejor porque lo asociaba a la carne rustida. A mí me
supieron a gloria vaticana, sin encontrar referencias.
Agradecí que el pequeño
mamífero en el olvido gastro moviese
los bigotes en la carta.
Un cestito de parmesano sostenía
la pasta que les servía Ottim, empresa catalana propiedad de David Corado.
Nicoletta, que es periodista y directora de la web Coquo, quería en el futuro
fabricar las suyas y elogiaba las de Ottim: “De estos pappardelle que gusta hasta el amarillo”. Solo una italiana de
Emilia-Romagna podía fijarse en el tono.
El conejo de ojo negro, alimentado con
hierbas aromáticas, era del Matarranya, al igual que el que probé en Gat Blau.
Un plato italiano construido en la proximidad: era la filosofía del dúo, que
buscaba conjuntar mundos.
Nicoletta y Toni amasaron Due
Spaghi en enero y han fichado a Paolo Mangianti para la cocina. El nombre se refiere
a “ese par de espaguetis que sacian el hambre”, aunque también querían señalar la
pareja.
De momento se imponía lo italiano, incluso compraban en origen los
embutidos, la grappa y el lambrusco. En
busca de dignificar esa bebida que anegaba pizzerías baratas y achispaba
bebedores a granel, Toni había llegado hasta Rita y Andrea Lusvardi.
Servía el
brut Lusvardi para vestir las grasas del famoso salami de la población de
Felino, degustación acolchada por el pan de aceite del horno Bargalló.
Pateaban bodegas en busca de
pequeños productores. Bebí la uva catalanesca en el vino Kata de la Cantine Olivella
(¿por qué no recuperar en Catalunya esa uva que emigró a Nápoles e incendió las
faldas del Vesubio?) y el tinto de la Finca Olivardots, en el Empordà.
Deliciosa la polenta taragna (trigo
sarraceno) con queso ahumado y crema de calabacín y adecuada cocción para la tagliata de ternera bruna del Pirineu, de rosado corazón, aunque no estoy seguro de que
la culata –chiclosa al masticar– sea la
pieza adecuada.
Espuma de tiramisú para el chimpún final. ¡Cuánto bien han
hecho las espumas a la pastelería!
Due,
dos, Nicoletta y Toni, Italia y Catalunya, pappardelle
y conejo, la bruna del Pirineu al
corte de tagliata. En los altavoces,
cantantes italianos con voz de lija. En busca de la dualidad, urge Sergio
Dalma, alias de Josep Capdevila.
Atención a: los Playmobils de la
entrada, con una coreografía que cambia.
Recomendable para: los que la
vida sin pasta es pobre.
Que huyan: los que enrollan la
pasta con ayuda de una cuchara.
(*) Mi versión del ragú: fusilli con conejo, tomillo y palo cortado. |
Fabuloso articulo el del restaurante Due Spagui, y agradecerte el nombre de la pasta fresca Ottim
ResponderEliminarsaludos
David Corado
¡Buena pasta, David!
ResponderEliminarA mi también me ha gustado tu artículo, propio de tu hacer, como era de esperar. Tu versión con tornillos, aunque parece más austera, de presentación bien pero... y de sabor?? Cuenta, cuenta, me mata la curiosidad.
ResponderEliminarBien, bien. El tornillo, como dices, permitía 'recoger'' la carne. Y el tomillo funcionaba como contraste punzante y fresco. Tornillo y tomillo
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