El restaurante: Daniel Café
Daniel Café
Diagonal, 177. Barcelona.
T: 93.557.98.98
Precio (sin vino): entre 15 y 20 €
Menú de mediodía: 12,50 €.
La ‘crème’ y la crema
Daniel Brin es un hombre
dichoso. La sonrisa enciende su cara de manera permanente, aunque camine sobre
cuchillos.
Después de una vida como asalariado es dueño. Está más ilusionado
que un Erasmus en la primera noche en Barcelona.
La coyuntura le ha sido
favorable. Buscaba un local y, pese a la situación, los traspasos siguen a
precio de lingote. Supo que su amigo Àngel Pascual, con el que había trabajado, marchaba a Hong Kong y que lo que fue Punx podía convertirse en Daniel Café.
Para entrar a vivir, como en los pisos.
Desde la inauguración fue el
responsable del Cafè Emma, propiedad de Romain Fornell y Michel Sarran, donde
servía un paté de campaña que atraía a chefs celebérrimos en días de ocio. El
paté es rústico y sabroso –en algún punto, la mantellina que lo envuelve aparece demasiado gruesa– y da la
bienvenida a este restaurante “de cocina francesa con influencia catalana”,
cuya alteridad podría estar representada por una doble degustación.
Crème brûlée (CB) y crema catalana (CC).
Veamos, Daniel, ¿cuál es la diferencia? “La crème
brûlée se cocina al horno”. Y la antigüedad: la CC antecede a la otra unos
cientos de años. Le agrada la idea de esa bipolaridad y planea un platillo con
los dos amarillos.
Después del paté para merendolas
frías en el campo, sigo con otro plato cárnico que no ha tocado fuego, el tartar de buey. ¿Buey? “Sí, me lo sirve
Puigbó”. Un mugido con la salsa bistró
y su goteo de Worcestershire y tabasco, buen corte y buen picor para mejillas
de duralex.
El padre de Daniel era
carnicero y a él le debe el conocimiento de las piezas y las recetas de pollo
rustido y blanqueta de ternera.
También el boeuf
bourguignon, el estofado de buey con vino de borgoña, tiene algo de su
progenitor, “marinado durante un día y cocinado tres horas al horno a 180º”, y del
mismo Daniel, hombre sin prisas, calmo.
Este momento profesional es un poco boeuf bourguignon: su carrera ha
necesitado tiempo y reposo, una larga cocción. Con alguna indeseada
resistencia, los cortes de deshacen en la boca. El vino Llebre, de Tomàs
Cusiné, enseña las orejas para aplaudir.
Tanto el buey, ese buey que
Josep Pla envidiaba a los franceses, como el #arrozparauno de sepia y gambas,
que también pruebo y disfruto, son platos del menú de mediodía a 12,50 euros, buen
material para un corto precio y no sabe Daniel si le saldrán los números pero
sonríe como está sonriendo desde que abrió.
La crème brûlée del postre es
una crème brutal, aunque el exceso de
proteína de esta comida, a medias de la carta, a medias del menú, me deja más
agotado que las obras completas de Alejandro Dumas (padre).
Nacido en Perpinyà, Daniel llegó
a Barcelona hace siete años por la amistad con Eliane Thibaut Comelade,
historiadora de la cocina, a la que hay que preguntar sobre la crème y la crema y lo que las une más
que lo que las separa.
Atención a: la quiche, la cocotte y los huevos bénédictine.
Recomendable para: los que
borran fronteras con Francia.
Que huyan: los que no distinguen
el paté artesano del de lata.
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