La paella y el poeta



La paella, antes de la llegada del poeta.

La empanada de tomate del restaurante Parpalló.




Al final de una paella en La Drova, en el interior de València, apareció el poeta, algo desmadejado, como si se hubiera mimetizado con el huerto.

Josep Piera, premios Josep Pla y Sant Joan, entraba en el restaurante Parpalló, del que es vecino, para tomar un café y encontró a los comensales frente a los últimos granos, encarando la derrota de la digestión.

El poeta llevaba un cigarrillo de liar, que agitó durante la disertación como una batuta en miniatura. De lo que se habla cuando se come paella es de la paella, de las futuras y de las pasadas, nostalgias de leña, tiempos de humo.

Piera estaba entusiasmado con el libro recién finalizado, una investigación sobre el origen del plato secular, con información inédita y su dosis de socarrat.

Sostenía que había que mirar hacia el sur de Francia, aunque dejó la historia en el aire para crear la intriga necesaria.

En otra obra del año 2000, Els arrossos de casa, había viajado a su niñez sobre calderos y cazuelas.

No tiene editor para estas 200 páginas. Así, ¿nos quedaremos sin saber cuál es el origen de la paella?

Con urgencia, tenemos que sentarnos ante una paella para hablar de la paella.






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