El rodaballo (una reflexión sobre el dolor)









ORIGEN. Cuando quieres borrar el historial de las páginas que has consultado en internet, existe una opción del gusto de Darwin. Borrar datos de navegación desde el origen de los tiempos. Ahí es nada. ¡Desde el origen de los tiempos! Ni siquiera desde el origen de la Tierra o desde el origen del hombre. Si se refieren al tiempo de la red es breve, infantil, inmaduro. Si es al del universo, el botón debería abrir un agujero negro y tragarnos como arbequinas. Cada vez que lo pulso temo acabar con la Humanidad, pero el planeta sigue rodando, ajeno a la desgracia de sus habitantes.


NUEVO. El lila es el nuevo negro, Audrey Tautou es la nueva Audrey Hepburn, los años 10 son los nuevos 20, la hamburguesa es el nuevo bistec, el pijama es el nuevo traje, el pilates es el nuevo yoga. La lista de estupideces es enorme, infinita, infatigable. Para ensalzar algo reciente, lo comparan con algo establecido. Periodismo emmental, con agujeros. Las revistas de tendencias son la nueva Constitución.


RODABALLO. Estoy en un escenario como presentador de la última jornada del congreso San Sebastián Gastronomika. Ricardo Sanz, chef madrileño especializado en lo japonés y que Michelin laurea con tres estrellas, cada una en un local distinto, no ha calculado el impacto que su acción va a tener en el auditorio. Hace rato estaba muy preocupado por las condiciones del pescado: “¿Habrán conseguido un rodaballo vivo? Es que lo necesito vivo”. En busca del frescor máximo lo fileteará mientras aún respira, mientras aún siente. Durante la operación, ¿qué otro nombre dar?, el silencio es absoluto. ¿Atracción, pasmo, miedo, enojo?


BUTIFARRA. Las zapatillas son los nuevos zapatos. La butifarra es el nuevo fránkfurt. Messi es el nuevo Maradona (¡por San Balón, eso no!).


DRAMA. Sin los lomos, cortados finísimos, el rodaballo aún no expira. ¿Cómo sobrevive con medio cuerpo abierto? El hielo se mezcla con la sangre, goteando un drama rosa. De repente, un susto, se mueve, se retuerce. El cocinero lo agarra bien mientras habla de rigor mortis y de la carne crujiente. El Kursaal está sumido en un silencio de fondo de mar, sin oxígeno.

BENIDORM. Las mochilas son los nuevos bolsos. El chóped es el nuevo jamón dulce. Cancún es el nuevo Benidorm.


IKEJIME. No comprendo el objetivo de la sangría. Recuerdo la técnica japonesa del ikejime: una varilla atraviesa el cerebro del pez, lo mata, pero engaña al cuerpo, que continúa palpitando. Buscan ahorrarle sufrimiento y evitar a la carne la convulsión de la muerte, el estrés, el endurecimiento, que se contraiga. Esto, creo, es lo contrario. No pruebo el rodaballo moribundo, no sé si esta técnica es una ganzúa que abre una dimensión del placer. La conmoción de lo que acabo de ver perdura.


SACRIFICIO. La ejecución sirve como reflexión sobre qué comemos y cómo ha sido sacrificado. ¿Acaso en las redes o en los barcos los peces no mueren por asfixia o aplastados? El rodaballo fue fileteado bajo los focos. Y horrorizó. ¿Y si hubiera sucedido al otro lado de la puerta, lejos de nuestra mirada y sensibilidad?







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