El arroz de Ramona











Desde hace 30 años, como todos los mediodías laborables fuera de casa. Excepto los días en los que persigo chicha estupenda para la crónica gastronómica semanal, lo cotidiano es ceñirse a ofertas sensatas próximas a la redacción. Menús apetecibles y variados a menos de 15 euros.

No es fácil. Portolés y Wok & Bol son fijos. Añoramos Toc, la generosidad y destreza de Santi Sandra.

La búsqueda de nuevos horizontes de corta distancia se ha saldado en fracasos. Una ensalada tropical, cuya tropicalidad se reducía a tres tiritas: mango, piña y ¡manzana! Una burger con brie, en la que el queso estaba encima y no dentro.
Una burrata herida con jarabe de balsámico, la peste negra en botes.

Sé que hacerlo bien es más sencillo que hacerlo mal y que el bajo precio es la excusa para la ineptitud. El jueves me senté en Ramona (Roger de Flor, 262), donde tomé un menú de 10,50 euros de aplauso y coleta de Pablo Iglesias.

Una cocinera, Maria Nicolau, y  tres camareras amables. Copa de tinto de la Terra Alta, platillo de garbanzos picantes, arroz con setas y un conejo que se deshacía y un marroncito, o sea, un brownie.

Solo los que aman su oficio tienen futuro.






Comentarios

  1. Esta vez me "has fallado", acostumbro a ir a los sitios que indicas, pero hoy en Ramona, por decirte que el segundo plato lo he dejado, unos fideos a la cazuela, pero que parecía que eran de hacia varios días y super quemados, ya te digo no me los he comido y por cierto cuando se han llevado el plato ni me han preguntado si no me gustaban o que había pasado. Yo no vuelvo.

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  2. Tienes razón. Hoy he comido allí. No creo que los fideos fuesen 'viejos', pero sí que se habían agarrado a la cazuela: algunos tenían un gusto acre. Los que han comido caballa con pisto dicen que estaba muy buena. No la he probado. Lo mejor, el pastel de peras.

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