Ca l'Enric // La Vall de Bianya
Ca L'Enric
La Vall de Bianya (Girona)
Carretera de Camprodon, s/n. Nacional 260, km 91.
T: 972.290.015.
Precio medio (sin vino): 100 €.
Menú degustación: 98 €.
Trompetas para el
calamar
“Comenzar a cocinar
desde el animal”. O pensar en el plato antes de la muerte.
Los cocineros se
interesan por el cadáver y pocas veces por el bicho cuando aún respira. La
frase es de Jordi Juncà (1984), pero la suscriben los mayores, Joan (1967) e
Isabel (1970).
Extraigo un plato del menú de 25 pases: los Juncà han influido
en el ser para un óptimo estar. Son las lonchas de jamón de cordero “alimentado
el último mes y medio con romero y tomillo”, indica Joan, inspirado en los pré salé normandos.
Se anticipan en este
provocativo y desnudo entrante varias características de la casa: la exaltación
de la Vall de Bianya, la complicidad con los productores y pensar la tradición
desde la vanguardia.
Ca l’Enric es un
restaurante complejo que partió de lo cotidiano hasta llegar a lo exquisito. El
padre Juncà, la cabeza cubierta, lee el diario dominical en la entrada, donde
los comensales se inician con los snacks
de este mas del futuro.
De los ocho,
me quedo con el yogur que homenajea el rustido de la madre, Dolors, cuyo
fallecimiento carga el vasito de sentimiento y simbolismo. Horas más tarde,
Isabel se emocionará al evocarla. De ella aprendió a domesticar la caza. Es un
recuerdo que vuela mansamente.
Los hermanos han
pensado la degustación como un todo. Bocados con distintos picos, altos y
bajos, una cordillera que dificulta el análisis por separado. En el Xampany shower, con tórtola, el discurso
está por encima del sabor, aunque Jordi lo defiende porque, dice, es lo que
toca en ese punto del camino.
Me atrapan otros cuatro
platos, magníficos en gusto y concepto. El tartar de vaca madurada y paisajeado con ceps y frutos secos (Sotobosque
de otoño).
Los espaguetis de espárragos con colmenillas, trufa y tocino (Carbonera, homenaje a la industria del
bosque).
El taco de angulas, anguila y ajo: tras una visita a México, Jordi
relacionó el maíz con los molinos de Bianya y el viaje de la anguila que surca
el Ter como angula.
Y el precioso, contundente y compilador calamar entintado
con trompetes de la mort y relleno de
butifarra y mongeta de Santa Pau. Un
cocina de interior, con interior.
Durante tiempo la
carretera no me ha llevado a Ca l’Enric y la sorpresa fue mayor. Es otro lugar
al que conocí: han trabajado a fondo el espacio, brillos y negros; han diseñado
una vajilla para cada servicio, su
ambición es situarse entre las grandes cocinas del país.
Otras cosas no han
cambiado: la socarronería de Joan, y la alegría de vivir que le ha dado superar
una enfermedad; la ilustrada bodega, de la
que sacó un borgoña (Gevrey-Chambertin) del 2012 de Dujac Fill et Pére; la
maestría con las setas, la caza (esa becada de Isabel) y las trufas, alucinados
por las de otoño (tuber uncinatum),
tan abundantes este año de meteorología trastornada.
“Son los gustos de
siempre presentados de otra manera”. Quiere decir que están donde estaban pero
propulsados a reacción.
Atención al: ejercicio de alta cocina rural.
Recomendable para: los enamorados de las aves
salvajes.
Que huyan: los de “un poco más de allioli".
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