Un flotador, un trono









MARRÓN. Escucho en la radio a una tertuliana pija y de derechas. Con un graznido dice “comerse un brownie” en lugar de “comerse un marrón”. Esa frase la inhabilita, pero la siguen invitando.


HORA. En Catalunya, un tertuliano podría cubrir las 24 horas de tertulia en tertulia. No importa la radio o la tele, pública o privada, los que hablan siempre son los mismos.


CARTÓN. En el parabrisas del coche alguien ha dejado una tarjeta: Podemos. Aunque el rectangulito de cartón satinado podría referirse a la organización de Pablo Iglesias, se trata de la presentación de unos profesionales del tocho.


PLADUR. En la segunda línea han escrito: Construcciones y reformas. Incluso este punto tiene una lectura política. Ordenan después las especialidades: paleta, carpintero, lampista, pladur. ¿No sería más preciso llamarlo pladurista?


CUADRILLA. Con astucia, la cuadrilla ha creado una deliberada confusión. Precios anticrisis. También es valido en el otro sentido. La ideología de Iglesias se adecua, como el destornillador al tornillo, con las intenciones de los obreros, seguramente emprendedores con intuiciones de márketing. En el Podemos original, el que está a punto de poner a bailar la conga al Estado de derecho, son especialistas en construcciones y reformas. Y en derribos.


BARAJA. “Mira bien, baraja las cartas, ¿ves algo?, ¿está todo en orden?”. Validar la baraja de un mago es ser cómplice de una mentira.


SEGURIDAD. Es un restaurante en el que una clientela con edad y con dinero se siente a gusto y segura. La seguridad, para esas personas, es el primer aliciente. Allí saben quiénes son, cómo se llaman, los tratan de usted, les sonríen con esa sonrisa que no es la de un igual pero tampoco la de un servidor. Entra un hombre mayor bien vestido, traje y corbata, que anda a pasitos. Lo siguen la esposa con unas gafas de sol marcianas, la hija (que por el aspecto podría decir: “comerse un brownie”) y la nieta. Cierra la comitiva un hombre de tez oscura, pequeño, no es de la familia. Transporta un  flotador con la dignidad con la que llevaría un cojín de terciopelo con las joyas reales.


FLOTADOR. El flotador de plástico, rojo y blanco, es para el anciano. Este hombre que alguna vez fue poderoso está sentado en su último trono, una superficie resbaladiza y vistosa. Nunca imaginó que reinaría desde esa insegura posición, elevado sobre los demás con un salvavidas. Acomodado el señor, el criado desaparece.


CHAMBELÁN. Al acabar, la familia emprende la marcha. Ni la esposa ni la hija ni la nieta ayudan al anciano, que se mueve como un robot de juguete al que se le acaban las pilas. Ajeno a la educada crueldad del grupo, el criado traslada el flotador con la dignidad de un chambelán.







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