Espaguetis con butifarra // Una receta contada
Apropiarse de símbolos gastronómicos es pisar esos callos que no se comen.
La salsa carbonara no lleva nata, aunque el 90% de los ciudadanos no italianos embadurna con esa grasa.
Métele nata a cualquier cosa y estará buena.
Sin interés en dar lecciones, los espaguetis de esta página parten de los clásicos a la carbonara para aventurarse por el territorio local de la butifarra.
Una vez, no hace demasiado, escribí que otra carbonara era posible, proponiendo sustituir el huevo por el agua de la cocción, que adquiría cremosidad en contacto con el queso y (muy amablemente) un conocedor dijo que era pasta alla gricia.
Tenía razón: era un invento ya inventado.
Desde la insensatez característica del cocinero doméstico, insistir en una carbonara que no lo es.
Hervir la pasta y reservar caldo.
En la sartén, saltear la butifarra –cortada en pedazos– con mantequilla y aceite, y un par de ajos que luego retiraremos.
Añadir agua de la cocción para amalgamar los elementos.
El plato se la juega con la buti: dependiendo de la calidad será una delicia o un puñetazo cerdo.
En la olla caliente, ya sin agua, mezclar la pasta con la butifarra y sus líquidos, remover bien y sumar los quesos.
Pecorino sería lo idóneo; gouda y parmesano van bien.
Regar con el caldo apartado (si es necesario) para dar untuosidad.
Ponerse las mallas y correr unos kilómetros para compensar.
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