Cocina, juventud, futuro
La juventud no es un premio ni un castigo, sino la constatación de que el mundo ofrece oportunidades y de que casi todo está por construir. Barcelona, la ciudad decadente según algunas miradas con demasiados intereses y muchas ganas de demolición, está viva en lo gastronómico, y eso que la pandemia es como trabajar bajo una guillotina. Desde siempre, mis crónicas sobre restaurantes han prestado atención a las nuevas voces, sin descuidar a las veteranas, porque lo bisoño y desamparado necesita apoyo, visualización, explicaciones. En este tiempo de retraimiento y prudencia, que cocineros menores de 35 años decidan aventurarse, endeudando a la familia, es tan milagroso como esas sangres licuadas de los santos. Una persona me preguntó en Instagram sobre una de las aperturas: “¿Arriesgado, loco, valiente?”. Los tres. Alto riesgo, bendita locura, necesario arrojo. Visito Prodigi, de Jordi Tarré, de ¡25 años!, con experiencia, chorro de talento y una insólita madurez a la hora de definir los