En el aeropuerto de Madrid, el viernes 18 de noviembre, antes de subir a un avión que aterrizaba con retraso, le pregunté a Ferran Adrià si era consciente de lo esplendorosa que había sido su vida. "No. Nunca me lo he planteado". Sin terminar la frase, comenzó a enumerar los compromisos de la agenda, que tiritaba de miedo y bulimia: las conferencias para Telefónica, la continuación del catálogo general, la edición de la revista Matador (que se bulliniza al completo en el número Ñ), la peli de Hollywood y el primer guión, que guardaba en la maleta como un corazón trasplantado para una primera lectura. "Si la película sale, y sale bien, será definitivo". Para Ferran lo último siempre es lo "definitivo". Pero lo cierto es que ese filme, si sale bien, dejará poso en la mente popular, la que ahora cultiva, tras aceitar la de los intelectuales. En el horizonte, El Bulli Foundation. "¿Sabes cuál es tu futuro? ¿Piensas en los próximos tre