Begoña Rodrigo recibe (al fin) en palacio Begoña Rodrigo de Jorge (1975) recibe, al fin, en casa, un palacete con techos formidables de los que cuelgan ramas de manzanilla seca, como un paisaje puesto del revés. En noviembre del 2005, fundó La Salita en el barrio de L’Amistat de Valencia y decidió ese nombre en homenaje a los corazones de las viviendas: se habita o habitaba una pequeña sala, donde se veía la tele y había jaleo y apelotonamiento y niños bulliciosos, y se dejaba el comedor amortajado para las visitas. «La sala de estar era donde podías poner los pies sobre la mesa. Odiaba el comedor, siempre cerrado y al que me tocaba sacar el polvo», recuerda la cocinera. Aquellos comedores de recibir, que no recibían. La Salita fue acogedora, refugió a una Begoña llegada de Holanda e Inglaterra, la vio campeona de un concurso televisivo y le dio una estrella y a su hijo Mik. Y, sin embargo, en esa Salita sufrió, se sintió incomprendida, infravalorada: «Durante mucho tiempo nadie apostó