Restaurante Nomad Road // Barcelona
























 [Este restaurante ha cerrado]





Nomad Road
Viladomat, 39. Barcelona 
T: 680.737.85
Precio medio (sin bebida): 12 €



Chupa el cangrejo picante



Habría pasado cien veces por delante sin entrar, sin sentirme atraído: los hules azules, los taburetes de plástico, la nevera baqueteada, los farolillos de papel, el gato de la fortuna con el brazo en movimiento perpetuo, congelado en la ambigüedad del que saluda o del que se despide.

Y, sin embargo, qué bien he comido en Nomad Road, el nuevo negocio de Francesc Gimeno Manduley, 'Mandu', pegado a su taberna, Sant Antoni Gloriós.

Nomad Road es hijo del Covid: este restaurante no existiría sin la pandemia. Porque en el espacio que ocupa, Mandu aspiraba a abrir un comedor con una sola mesa, eso que los anglosajones nombran de forma pomposa 'chef table', para competir por la estrella.

Lo que tendría que haber sido un comedor de la opulencia es la sencilla recreación de una calle de Bangkok –idea que refuerza la gigantesca imagen en una pared– donde tomar esa comida diligente y al aire libre que en Barcelona se celebra bajo techo.

Parece como si hubieran pasado mil años desde la primavera y que hoy seamos otros. Porque somos otros. Mandu es otro, sus finanzas son otras, su beneficio es otro.

El día que lo visité llevaba 43 días seguidos currando. Cocina cada uno –cada uno– de los platos de Nomad Road y de Sant Antoni Gloriós, que comparten fuegos: a veces es duro, a veces es durísimo.

«Nos lo hicimos todo nosotros. Pintamos, colgamos, compramos en Wallapop», aclara Mandu, sabedor de que es una decoración aproximativa más que inmersiva.
Pero a mí me da igual porque el buñuelo de pulpo con salsa de fuagrás y de hibisco/lima/tamarindo me borra la mente de juicios ornamentales.

El pulpo es una gurmetización del 'takoyaki' japonés: usaba ya el término gurmetización en una crónica del 2009 para analizar la (entonces) emergente 'burger' gurmet local.

Las crisis facilitan ese proceso: lo asequible/cotidiano con plus. De ahí, la gurmetización que sobreviene al pollastre, de la que también quiere participar Mandu.
¿Lanzará un negocio pollero?

Cuando cerró Bohèmic, y antes de abrir Sant Antoni Gloriós, el chef pensó en emigrar a Tailandia, impulso que mitigó con viajes puntuales. Amigos de Singapur y Bangkok le han mandado recetas: «Las he asimilado y adaptado». Adoptado, pues. Nomad Road es la visión personal y apátrida de hits callejeros.

El 'bánh mi', ese bocadillo de Vietnam que nació dentro de una 'baguette', ecos de Indochina y la colonización, es reseteado y el pan, sustituido por un 'brioche' de la empresa Solà.

Los aliños se desparraman: al magro de cerdo cocinado a baja temperatura añade 'su' salsa blanca (el 'allioli' de las bravas ahumadas, que son leyenda) y 'sriracha'/Viandox/encurtidos/cebolla tierna/cilantro.

Cervezas asiáticas para reforzar la simulación: bebo Asahi de barril y Singha de botella. Ambas, como siempre, de trago flojo.

Tengo ganas de comer el pastrami con queso cheddar y col fermentada (con ¡chimichurri!), que anuncian como 'Katz’s style' (sería un 'reuben'), y es un atrevimiento porque el neoyorkino es un hito y este es rico, sí, pero en otra onda. Ganan con el envoltorio: la coca tostada de Cal Mossèn supera al pan de centeno.

Lo siguiente que llega es una marranada, pero ¡qué cochinada tan recomendable! Cangrejo azul del Delta, una especie invasora con la que hay que acabar a mordiscos (mejor a 'pinzazos': pinzas contra pinzas).

Crustáceo con chiles que chupeteo hasta pringarme de la cabeza a los pies. Con cada latigazo maúllo de gusto: el sado del cangrejo.

Quiero pensar que lo despiezo para apuntillar a un enemigo que atenta contra el ecosistema deltaico, aunque lo he liquidado por placentero egoísmo.

¿Y el pollo? Pido que lo empaqueten. Comida para llevar. Dos cocciones: al vacío con galanga/citronela/lima/salsa de ostra (y, en el bicho, limón/tomillo/romero) y al horno.

Deseo prolongar en casa la satisfacción de lo disfrutado en Nomad Road, bajo los farolillos de papel y a pesar del taburete de plástico.

Me despido del gato que, educado, saluda.



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