Restaurante La Morera // Mataró

































La Morera
Avd del Maresme, 507. Mataró
Tf: 93.796.07.54
Menú de mediodía: 10 €
Precio medio (sin vino): 25-30 €



Menú de mediodía y también bogavante



La Morera está en el número 507 de la avenida del Maresme de Mataró: forma parte del último bloque de viviendas, con la riera de Sant Simó como frontera.

Quien fisgue desde Google Maps verá árboles y los tendales de una gigantesca terraza. Bajo los verdes y los blancos, el reino de los Quintana Roldán, de los hermanos Juan y Sergio, Quintana’s, según se lee en la etiqueta de cava que Rimarts embotella para ellos.

Esos árboles frondosos que en verano hojean con la brisa marina y dan sombra a 130 personas por servicio son, claro, moreras. «Cuando se muere alguna, plantamos otra. Ya lo habremos hecho con unas ocho», explica Juan, de 45 años, el mayor de los Quintana’s. Además de restauradores, repobladores, porque sus raíces son, de alguna manera, las de esas moreras.

En 1989, los padres, Juan Antonio, que había trabajado en un frankfurt, y María Antonia, que de jovencita sirvió en Málaga, manejaban en la esquina un pequeño establecimiento llamado La Palmera y nueve años después abrieron La Morera, en un curioso tránsito arborescente.

El éxito actual es abrumador, pero al principio las moreras estuvieron a punto de perder a sus moradores: «El peor sitio del mundo», promulga Juan con cierta ironía. «Hay que venir expresamente, no hay aparcamiento. A los tres años le dije a mi padre que había que cerrar». Nada de cerrar, sino seguir abriendo, y abriendo: lo hace cada mañana Juan Antonio a las siete.

«El boca-oreja», concluye el hijo. Esa cadena de clientes, de bocas que muerden orejas.

María Antonia es la cocinera y sale a saludar después de la comida. Le desilusiona que no haya probado el gazpacho o la porra antequerana: he preferido la energía de los callos de ternera (y ese eco de canela, y aceite de más), de las albóndigas (puntal de la casa), de la tortilla de patatas hecha al momento (jugosa sin derramarse), de la ensaladilla (con atún y un huevo duro entero) y de la caldera.

Oh, la caldera, con vientres y esas partes del porcino que los remilgados evitan, que Antonia hierve, guisa y salsea. Llamar despojo a esta gloria es un agravio.

Junto a la jefa trabaja Rhimou Aghrib, conocida en la casa como Gemma, que entró en La Palmera con 14 años. «Su padre nos traía sardinas y boquerones», recuerda el mayor de los Quintana’s.

Nada más sentarme, antes de abrir boca y con la oreja atenta, ya tenía un platito con pan con tomate, jamón y queso. Esa hospitalidad que ha desaparecido en otros establecimientos, en los que el cliente recibe trato de bulto.

«Nos gusta mucho comer y beber. Me saqué el título de sumiller», explica Juan, que aconseja al comensal o lo invita a mirar en las neveras, con el precio marcado en cada botella.

Esto es un bar en la salida y entrada de Mataró con una bodega de campeonato. Elijo el Ekam 2018, de Castell d’Encús, de altura; pruebo el cava de la casa (tienen también un tinto, obra de Celler Bellaserra) y una copa de Dolç Mataró 2018 para dar barniz al fantástico biscuit helado de la pastelería Schr. En una mesa próxima, un viticultor de Alella en compañía de amigos y descorches.

Hay gente que gasta los 10 euros del menú y otros, 200. Me gusta esa mezcla», sigue el sumiller y camarero y cortador de jamón.

Ostras, 'espardenyes', gambas XL, un complemento a las cazuelas de Antonia.

A 45 euros, el bogavante, unos 700 gramos, pescado en el sur del Mediterráneo, según explican. Lo fríe Antonia y aparece en compañía de patatas y huevos, cada uno en su lado de la bandeja.

Si se amontonan, indigno batiburrillo: ni se disfruta de las yemas ni del crustáceo. Dejo la bandeja más pelada que la cabeza de Koyak.

Bajo las moreras, allí donde acaba o comienza Mataró, lo inesperado: los Quintana’s.




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