La vieja caligrafía









COCOCHA. Soy más de cococha que de Coco Chanel. Si Marilyn hubiera dormido con Cococha nº 5 habría alejado a Kennedys y otros perejiles.


FÁCIL. “En verano todo es más fácil”, me lo dijo una escritora hace muchos años durante una entrevista estival. Y cada temporada, aligerado o liberado de pesos, pienso, al vestirme o al hacer la cama con la mitad de gestos y de tiempo y de capas, equipado con lo imprescindible, que sí, que es verdad, que durante el verano, y solo durante esta estación, todo es más fácil.


MANIQUÍ. Los yihadistas de Mosul (Irak) han obligado a los comerciantes a cubrir las cabezas de los maniquíes con un velo. ¿Lo próximo será decapitarlos en una plaza pública como escarmiento? Rodarán testas de plástico, mutilarán manos de  fibra de vidrio. Ensayan en los maniquís lo que planean para la población.


JEROGLÍFICO. En el Museo Británico, decenas de visitantes rodean la piedra de Rosetta como si se tratara del último modelo de smartphone. Fotografiar esa estela que permitió descifrar los jeroglíficos es retratar cogotes, nucas sudadas, calvas hemisféricas. Entrever, allá al fondo, entre orejas, una reliquia con más de 2.000 años.


CALIGRAFÍA. Cuando casi nadie está interesado en la escritura y se hunden editoriales y diarios, toda esta gente ante la vieja caligrafía de Rosetta finge prestar atención, ese perezoso interés del escolar. El decodificador de la antigüedad, básico para acceder al conocimiento. Llegan, confirman que es uno de los hits al que hay que echar un vistazo, levantan sus móviles y se marchan. Nunca más volverán a mirar esas fotos. La piedra de Rosetta volverá a ser pregunta de Trivial.


SALUDO. Levantar un móvil es el nuevo saludo de la Humanidad.


TITULAR. El periodista haragán mete la mano en la bolsa de los tópicos o de los nombres de las películas y las novelas. Titular con lo que otros titularon. ¿Cuántas versiones de Ocho apellidos vascos hasta el momento han encabezado artículos?


ESCUPIR. Hay obras en la entrada a la ciudad. Desde hace unos meses, las obras llagan de nuevo la metrópoli como si los políticos –¡atención, se acercan las municipales!– quisieran dar por zanjada –zanja y excavadora– la crisis. Algunos días, los embotellamientos tienen la densidad del cupcake, madalena y fondant, contundencia y grasa y brillo. El carril de la izquierda, reservado a vehículos públicos, permanece vacío. En los otros tres, los conductores avanzan con irritante lentitud. La mayoría es disciplinada, acepta el castigo, interioriza la espera. De vez en cuando, un caradura se salta la cola y corre por el carril del autobús y el taxi. Yo pito, acto pueril que desahoga. No sirve para nada, pero es otra vía de escape. ¿La buena noticia? Que los sinvergüenzas son pocos, que entre cientos de vehículos solo un par escupen babas de humo.









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