Restaurante Casa Leopoldo // Barcelona





















Casa Leopoldo
Sant Rafael, 24. Barcelona.
T: 93.441.30.14
Precio del menú-carta: 32,95 €




La tortilla voluptuosa



Los recuerdos vinculados a Casa Leopoldo son multitud y casi todos amarrados a la figura de Manuel Vázquez Montalbán. En mi primera vez tuvo mucho que vez el fraternal Daniel Vázquez Sallés, y rememoro, un siglo después, el temor a aquel Raval que aún era el Chino, con drogas y fumanchús (el peligro, siempre ahí, acechando todavía hoy a una parte del barrio).


Vázquez Montalbán se fue (Carvalho sigue); Rosa Gil, la propietaria, lo vendió, y los restauradores y cocineros Òscar Manresa y Romain Fornell se han hecho cargo. Le han dado un baldeo impresionante y los azulejos relucen tras unos años de aprietos.


Pocos meses después del renacimiento, Òscar y Romain quieren que el aire popular también ventile lo que se paga: el precio del "menú carta" es de 32,95, euros, completado con varias sugerencias («a compartir») de mayor cuantía económica.

Conservan los platos que hicieron grande al establecimiento, si bien los recrean a su manera, ya que no disponen de las recetas originales, sino solo de las minutas con los enunciados. Llegados a este punto antisentimental: ¿no sería más relajado dejar atrás la etapa de la familia Gil, custodiar los iconos elementales y decidirse por esa cocina barcelonesa huérfana de tutores?

Eliminaría de inmediato el bacalao 'à Brás' (al que añaden aceitunas... griegas), que tenía sentido en el pasado porque Rosa enviudó de un torero portugués y el plato era un puente nostálgico.


La atmósfera detenida en 1936, los azulejos imperturbables, las fotos y los carteles taurinos, los camareros con chaquetillas blancas y entorchados dorados. Las tres salas y el reservado con entrada independiente, donde los puros y las intrigas humean. ¿Por qué no bautizarlo como Club Leopoldo?

Como en abundancia y muy bien, toreado por el tinto Parallèle 45, de Côtes du Rhône. Primero unas frituras: la croqueta de jamón es guau, bien por el calamar a la andaluza, y en su punto, el buñuelo de bacalao (aunque falto de animalico).

La tortilla rellena de langostinos y jamón ibérico -y con salsa americana- es cosa seria: esponjosa, consistente, preñada de placeres. Propongo a Òscar una línea tortillera, esa misma voluptuosidad con diferentes rellenos. Sensual, amarilla, rubensiana. Ausente de tantos restaurantes: ¡que vuelva!

Algo seca -pero sabrosa- la albóndiga con sepia. Y para dar la vuelta al ruedo entre vítores, el 'capipota' con garbanzos -y el estoque del picante- y el rabo de vaca (que no de toro) guisado, intenso, con la acidez bajo control.

Para terminar, unas crepes Suzette, preparadas en la sala según la fórmula de Romain Fornell: llamas amarillas y naranjas y aromas de Grand Marnier. El gusto de ver trabajar con destreza a un profesional.

Esta casa necesita un patrón como Òscar, que esté, que se le vea, que atienda, que dé calidez.

Ha sido una de las mejores comidas que he tenido en Casa Leopoldo, libre de las costras sensibleras. Desaparecidos los protagonistas de otros tiempos, tienen que encarar el futuro y atraer a las nuevas generaciones que no conocieron a nuestros héroes.

Desde la memoria pasada proyectar la memoria presente, y la futura.




LO+

Lo bien que guisan: imprescindibles el rabo y el 'capipota'. Y, claro, la tortilla.

LO-

Conservar platos que tuvieron sentido en su momento y que han dejado de tenerlo.





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