El restaurante: Taverna Hofmann
[Este restaurante ha cerrado]
Taverna Hofmann
Girona, 145. Barcelona.
T: 93.624.17.62.
Precio (sin vino): 25-30 €.
Mey es la abuela
¿Dónde están los arqueólogos del
paladar, los paleogastrónomos, para diferenciar qué se come en una bodega, en
una fonda y en una taberna? Pero no en el siglo XX, sino en el XXI cuando en
las fondas ya no hay hospedaje y solo queda el señuelo del cartel.
Las palabras
han dejado de tener sentido en favor de los sentimientos. Los tres términos
quieren dibujar en la mente del comensal la misma idea, en la que se mezclan la
cazuela, la abuela, el pasado y ese tapeo sin tiempo acabado de urdir pero que
parece que siempre nos haya acompañado.
Cuando
la maestra Mey Hofmann puso el sustantivo taberna
ante su apellido hubiera podido escribir fonda
porque el objetivo era el mismo: “Es comida que gusta a todos, un registro de
cocina que se fue perdiendo”. Casera: no lo es del todo. La propuesta es que
traslade los platos con los que engatusa a sus nietos cuando la visitan desde
Milán.
Habla ella de unas lentejas que no se atreve a servir por esos calores
que hierven Barcelona. La cocina de la abuela, pero qué abuela.
La TH ocupa un espacio que hasta
ahora ha tenido poca suerte: fue Cal Xim en su versión barcelonesa y Foc Ca La
Nuri. Comí en ambos, y bien, escribí sobre los dos. Me temo que en sus cierres
tuvieron que ver los precios. Mey lo sabe y busca esa contención en torno a los
30 euros. Deseo que se quede mucho tiempo para que esto no se convierta en una
gacetilla inmobiliaria.
“Equipo joven y nuestro”. Gente
formada en el restaurante grande y en
la escuela. El resultado es magnífico. Un solo pero: demasiada sal en el bacalao cubierto con allioli, de delicada
textura. Unas copichuelas de Furvus 2010 para muscular la boca. Un pan rústico
de come-y-come-y-come. ¿Para cuándo una panadería?
Entro con el cromesqui de peu de porc, ah, pegamento; el buñuelo de bacalao y la
croqueta de rustido.
Alcachofas en dos cocciones con jamón entibiado. Me relamo
con el capipota con garbanzos y
aunque me sella los labios tengo que decir: ¡bueno! “También me interesa hacer
platos que no puedo servir en el gastronómico, como esos garbanzos”.
Qué grande el arroz, en cazuela de
hierro, con salchichas y sepietas, ya
en el ránking de los mejores de la ciudad. Fuera ese min 2 pax. A favor del #arrozparauno.
Postres llegados de la
Pastisseria Hofmann, en el Born: Mey es una gran repostera y mima los vasitos, virguerías
que caben en una mano. De yuzu (cítrico japonés), de chocolate blanco y aquel cheese cake que la enloquecía de niña
pero aligerado según la demanda de estos tiempos.
Taberna, bodega o fonda, qué más da,
lo único importante, Mey, es que sirvas la tarta de sardinas con tomate, plato
que te acompaña desde siempre, puente hacia tu otro restaurante y tu biografía.
Atención a: la brasa, instalada en el
comedor.
Recomendable para: los interesados en
la retrococina.
Que huyan: los que temen la
contundencia.
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