Bar Omar // Barcelona






























Bar Omar
Amigó, 34. Barcelona
T: 93.250.84.28
Precio medio (sin vino): 25 €
Menú degustación (jueves): 50 €


Confiar en el salmonete



Que el término bar no confunda: son solo tres letras y queda corto para los afanes y las aptitudes de Omar Díaz (Barcelona, 1980).

Ni la puesta en escena (una barra equipada con fuegos y una cocina abierta tras un neón verde) ni la gráfica desinhibida (un cerdito apandador, un disco de Julio Iglesias o un cartel incisivo: 'Omar i muntanya') se corresponden con lo populachero. ¿Bar? Qué gracioso.

La carta avanza sobre clásicos que el cocinero ha repintado como la bomba (a la mexicana), las alitas 'masala style' y el pulpo con mayonesa de 'togarashi'. Un tapeo trotamundos.

El Omar más interesante es el de los jueves por la noche, cuando ofrece un menú degustación, medida del cocinero que es y la proyección del que puede llegar a ser. Para atraer público, sería inteligente ofrecer algunos de esos buenos platos entre las ofertas de cada día hasta el remate final de los jueves.

Me sugiere un riesling-viognier de alta montaña, Biu, para los primeros pasos (no me convence el cosquilleo final, como de aguja)

Erizo, tupinambo y guisantes: un 'omar i muntanya' excelente, al que convendría realzar con alguna planta aromática. ¿Para qué? Para enriquecer la hortaliza y el tubérculo. Lo mismo diría del siguiente servicio: las caballas a la brasa y en 'tartar' están muy ricas. Pero ¿y si aliñara lo crudo en busca de frescor o de profundidad? Ir más allá, afinar, crecer.

Sé ya que le gustan la pimienta negra, lo poco hecho y la sencillez expositiva. Sigue con una cigala en sashimi y la cabeza y las pinzas tostadas; y, después, otro 'omar i muntanya': salmonete a la llama con huevo frito. Ambos son magníficos, sobre todo el salmonete salseado con la yema. Unas puntillas fritas encima de la piel lo realzarían.

La vajilla recuerda la loza de domingo de las abuelas burguesas, lo que provoca un choque temporal con lo que contienen.

Me lo estoy pasando de maravilla, sorprendido por la calidad y el atrevimiento -la desnudez- de lo que como. Paso al vino tinto, al siempre fiable Pruno, en esta ocasión, del 2015.

Flojea la cococha a la brasa con colmenillas, separadas unas y otras, como si no supieran a qué jugar juntas. Y repunta con el cochinillo, un sándwich crujiente, en compañía de una manzana en 'brunoise' con clavo. Lo clava.

El primer postre es tan refrescante como eficaz: mango natural, helado de yuzu y ralladura de lima. El segundo, un homenaje al Ferrero Rocher, con chocolate y dulce de leche. En este punto del viaje me satisface más el otro.

Omar ha sido aprendiz y escudero de muchos: en su podómetro hay un buen número de desplazamientos. Guarda gratitud a Isidre Soler, Juan Mari Arzak, Joan Roca, Felip Llufriu o Xavier Franco. Se prueba ahora con el bar, donde, poco a poco, irá soltándose.

«Quiero dar un paso más», dice Omar a modo de resumen. Y puede. Y debe, sin desviarse de lo esencial: «Un sitio de reunión para familias, para amigos».

La ciudad, como algunos hígados, padece de hipertrofia con restaurantes hinchados. Escasean los bienaventurados que se arriesgan con un precio justo.



LO+

La desnudez de los platos sin superfluos arabescos.

LO-

La cococha, sosa y desligada de las colmenillas y su salsa.




Comentarios

  1. Aquella dualitat de poder pagar com a bar, quant menjes com a un gastronomic, es una meravella. aquesta dualitat crec que fa que el xef es valori, i critica indirectament els restaurants gastronomics que encara, amb massa fums, no han baixat els preus malgrat la crisi.

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  2. Cada vegada hi han 'bars' que són més que bars.

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  3. i simetricament, d'esquena i al altre carrer...Bambarol.....!!!!

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