Un sábado cualquiera

El picantón del restaurante Grat de Sabadell.





Un sábado cualquiera me habría levantado a la misma hora que un día laborable porque, a cierta edad, uno ya no duerme lo que quiere sino lo que el cerebro consiente.

Después de un desayuno frugal con la vana intención de mantener a raya el colesterol –dos tazas de café corto, negro, imperativo–, la sesión sabatina de natación en el club en compañía de mi hijo mayor, con el que me comprometí hace cuatro años a hacer ejercicio (superados los 50) para combatir ese sedentarismo al que me ha llevado ser cronista gastronómico y con menos interés por el deporte que un oso hormiguero.

Mil metros como mínimo de un tirón para acabar cuanto antes y poder ser libre del yugo acuático y con el remordimiento ahogado y ya desprovisto de cargas para el atracón a la hora de comer. Tal vez unas compras o un rato de lectura, zapeo entre la hipnótica pantalla del móvil y la de papel, novela o periódico. Reserva en alguno de nuestros restaurantes favoritos de Sabadell: Kimbo, Can Feu, Can Punyetes, Grat, El 23… La rutina sin obligaciones. El tiempo elástico.

Ese habría sido un sábado cualquiera por la mañana, mi momento favorito de la semana, cuando el lunes aún es una abstracción.

He vuelto a la piscina después de meses en seco y me han tomado la temperatura. Antes he tenido que seguir un itinerario con flechas, restregar los pies sobre una alfombrilla desinfectante, higienizarme las manos. Hemos entrado en el vestuario deseando estar solos. Ya no salgo de casa sin el gel ni la mascarilla. Y cada vez que me cubro la nariz y la boca sigue pareciéndome extrañísimo y espero despertar porque todo habrá sido un sueño, como en las películas y las series con guiones perezosos.

Es el verano más raro de nuestras vidas, el menos deseado y consolador. Apenas he hecho cambio de armario porque la vida social ha desaparecido. La casa es el lugar en que olvidar la pandemia, donde mostrarnos desenmascarados.

He reservado en un restaurante. Querría que fuese un sábado cualquiera.

Lo único que deseo es otro sábado cualquiera.




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