Restaurante Hisako // Barcelona











[Este restaurante ha sido trasladado a Castelledefels y ahora se llama Hisako Umi]






Hisako
Londres, 91. Barcelona.
T: 629.446.503.
Precio medio (sin vino): 25-30€.
Menús mediodía: de 14.60 a 16.50€.





La abuela Hisako





Ernest-Dai Fibla Takahashi, de 29 años: el nombre y los apellidos centran, y delatan. Padre catalán, madre japonesa. Ambos, traductores.

El restaurante Hisako habla de su abuela, hija de un general, nacida en Tokio y huida a Osaka. Y habla de su madre, Keiko, que en el Londres de mediados de los años 70 encontró a su padre, estudiantes ambos de inglés.

Aunque Keiko procedía del otro extremo del mundo, Jordi venía de más lejos: de una España en la que se extinguía una dictadura con aires de medievo.

La historia podía haber acabado cuando cada joven regresó a su casa cumplida la obligación académica. Jordi resultó ser intrépido y viajó al sur de Japón en busca de aquella chica que conoció en el Londres del punk y los imperdibles.

Cuarenta años después, el hijo de Keiko y Jordi ha abierto en la calle Londres de Barcelona una izakaya, una taberna, con el nombre de la abuela, Hisako. De Londres a Londres.

Ernest se siente muy catalán y “muy japonés” y asume sus dos mitades con armonía.

En el restaurante Cinc Plats, donde fue camarero después de estudiar turismo, conoció al cocinero Jun Fukuyama. Lo ha fichado para honrar a Hisako: “Admiro su creatividad, el cuidado que tiene con todo. Cómo se organiza. En un 85% abrí porque él me dijo que sí”.

Ernest fue trotamundos antes de instalarse en junio en la calle de Londres. En Nueva York repartió comida japonesa en bicicleta: “Pagaban de forma espléndida”.

Del abuelo general apenas recuerda nada, pero tiene muy presente a Hisako y las vacaciones en Osaka y a aquel tío abuelo que preparaba gyozas y al que la yakuza obligó al cierre.

Escuchar a Ernest y su vida en dos mitades es interesante. La comida que sirve participa de esa dualidad. “Cocina japo no del todo japo”.
Por ejemplo, los guisantes con caldo dashi ahumado, los makis de berenjena con jamón y salsa de soja –preparación a la-que-le-falta-algo– o el okonomiyaki, vendido como trinxat japonés.

El carpacho es excelente, un cuadrado jaspeado con multitud de vegetales y salsas (miso, ponzu). Comerlo es dar un bocado a un Pollock.
Carne de vacuno –buena infiltración de grasa– que le sirve Puigbó. “No siempre la tienen”.
Desconoce la raza, no es wagyu, no lo podría pagar. Y ni falta que hace.
Esa alfombrilla roja es la emperatriz de la comida: sabrosa, y hermosa.

Antes, he tomado un chupito con ostra (mejor cortada, en dos partes) y gelée de dashi y la ventresca de atún (muy buena) con salsa de erizos. Me despido con el pastel de queso fresco y galletas saladas.

Abrir Hisako ha ayudado a Ernest con su identidad: habla con el cocinero en japonés, se sumerge en la gastronomía de sus ancestros.
El contramuslo de pollo homenajea a la abuela y el bacalao, a la madre.
Los restaurantes con historias son emotivos.








Atención: a la barra de la entrada, del estudio Amoo.
Recomendable para: los interesados por un japonés-con-algo-más.
Que huyan: los de sushi congelado chino.









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