Gresca // Barcelona
Gresca
Provença, 230. Barcelona
T: 93.451.61.93.
Precio medio (sin vino): 50 €.
Menús: 19 (mediodía), 38, 55 y 70.
Gresca se mueve
Gresca se mueve. Esta
vez en un sentido físico, inmobiliario. Rafa Peña y Mireia Navarro tienen la
intención de trasladarse a otro hogar.
Abrieron en junio del 2006, cumplirán
nueve años, se resistían a la mudanza. “Estamos en eso. Y deseamos que sea en
el 2015. Al local de la calle de Provença le hemos sacado todo el jugo
posible”.
En la primera crónica sobre ellos (octubre del 2006) escribí que Rafa
era one man show, estaban solos, él
dentro; ella fuera. Son ahora seis personas, con la ausencia provisional de
Mireia, que cuida a la hija recién nacida. El hijo llegó el 2011, fecha también
de la última crónica sobre Gresca, en la que resumí que el estilo de línea clara, sabor y dibujo
nítidos, se llamaba rafaelismo. La
Generación Pop se ha hecho mayor.
Probablemente sea este
la última visita al domicilio actual, homenaje a una de las mejores cocinas de
la ciudad, bistronómic fundacional junto con Coure, Caldeni, Mil921, Blau y Embat
(ahora con Santi Rebés en solitario, pronto, en estas páginas). El añadido del
2014 a las filas menguantes de la bistronomía es Capet.
Pido como postre la
coca de roquefort, que he comido cada vez desde el 2006 como acto de fidelidad y
porque entonces escribí que sería un plato histórico.
De civilizada contundencia, es vigente y atrevida, muestra de la forma
rectangular que agrada al cocinero.
Junto a la sardina con mantequilla de especias
–Rafa jibariza platos antiguos y los
pasa a aperitivo--, compendio del rafaelismo por su elegancia, cuatro novedades
de rechupete.
Probé en septiembre su cocina de Chef por Poderes en el Hostal
Empúries (L’Escala) y ya supe que Gresca se encontraba en gran forma. Rafa está
en un grado de madurez óptimo, fiel a lo nórdico-con-chispa o a lo francés-salao.
Ensaladilla rusa con buey de mar, la madre de las ensaladillas.
Cocochas a la meunière, en las que sustituye el aceite del pilpil por mantequilla tostada en busca de acideces.
Los lletons de ternera con parmentier, mostaza, limón y cilantro, con un mesurado toque herbáceo, evitando que el plato parezca un florero.
Ensaladilla rusa con buey de mar, la madre de las ensaladillas.
Cocochas a la meunière, en las que sustituye el aceite del pilpil por mantequilla tostada en busca de acideces.
Los lletons de ternera con parmentier, mostaza, limón y cilantro, con un mesurado toque herbáceo, evitando que el plato parezca un florero.
Vende
a la semana cuatro kilos de lletons y
tres de lengua de ternera: los rebeldes de la víscera saben que en esta
embajada encuentran asilo.
El borgoña de Fanny Sabre, vino natural del 2013, tiene
la frágil entereza que esta cocina necesita.
El plato superior, ese
que quedará, es el noodle de piel de
cerdo, hortalizas e infusión de jengibre, menta y citronelle. Piel marinada, cocinada a baja temperatura y cortada en
tiras simulando los fideos. ¡Slurp¡
Fue un corto y apasionado viaje.
Gresca se mueve. ¿Y
hacia dónde?
Si antes me refería al domicilio, ahora, al rafaelismo.
“No lo
sé”. Quiere desprenderse de los pesados rituales de mesa-con-mantel y otras
servidumbres. Ser más grande sin dejar de ser pequeños.
¿El espacio
condicionará el estilo? Gresca 2015-2016 será la respuesta.
Atención a: los platos históricos, huevo suflé/pichón/coca roquefort.
Recomendable para: los que quieran saber qué es, o fue, la bistronomía.
Que huyan: los que exigen una cocina de voltereta.
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