Restaurante Embat // Barcelona
Embat
Mallorca, 304. Barcelona.
T: 93.458.08.55.
Precio medio (sin vino) mediodía: 20 €.
Precio medio (sin vino) noche: 35 €.
La dignidad del
macarrón
Después de siete años,
que es número mágico, Santi Rebés ha remodelado el bistronómic Embat, que fundó
con Fidel Puig y Cristina Torras y que ahora defiende en solitario.
Aquellos
azulejos de taberna tronada han sido sustituidos por maderas que encienden la
calidez. Siempre se comió de maravilla y este entorno a lo nórdico encaja, por
fin, comida e interiorismo, obra de Jordi Ginabreda. Pues sí, amigos, hay otros
decoradores en Barcelona.
La caja que le sirve
como cocina ha crecido solo unos centímetros. No se queja Santi, al contrario, sino
que acepta la realidad como un monje sus penitencias: “He llegado hasta aquí.
No había dinero para más”.
Dinero: en el 2007 se decidieron por una fórmula
atrevida. Renunciaron al menú de mediodía por una carta que, de libre elección,
no sacaría del bolsillo del comensal más de 20 euros. “Sigo ahí”.
Por la noche,
el precio es mayor (“pero hemos bajado, eh”), así como la voluntad
gastronómica. Esta es una casa de comidas, pero no-solo-una-casa-de-comidas. Recetas
comunes a los que da un plus y un vuelco: es agradable que reinterprete lo
cotidiano sin chulería ni autohalagos.
Santi es un
cocinerazo, así que siempre ofrece al cliente poco acomodaticio un plato con
riesgo.
El día de mi visita fue el bacalao con acelga trufada e infusión de
manchego. Los pescados y los lácteos pocas veces nadan juntos (si el lector
piensa en la brandada, habrá que decir que la leche se integra gracias a la
destrucción del gádido) y Santi consigue que ambos blancos viajen cogidos de la
mano. La verdura con mantequilla trufada ancla la receta a tierra firme.
“Estoy en un impasse”. En construcción, decidiendo
qué quiere ser de mayor. “Más atrevido, tal vez un menú degustación, pero ahora
hay que consolidar”. Con el tartar de ternera pica clientes que repiten,
tartarizándolos: corte excelente, mostaza cremosa, soja, Perrins. Ese calorcillo
que estimula y que invita a comer. Puntúa entre los mejores de Tartarlona.
Como primero elegí los
macarrones glaseados con jugo de rustido y bechamel. Encima, la salsa blanca;
debajo, la salsa oscura, en medio, la pasta.
A capas, es un juego inteligente
porque fija el sabor sin horno. Si quisiera llevarlos a la carta de la noche,
el mecano se sofisticaría: con tuétano y alcaparras. “Pero no sé si los
vendería”.
El macarrón va siendo rehabilitado tras décadas de ultraje. “El
macarrón es un clásico de la casa que cambio, como el canelón de pato”.
Y el postre, de nota
alta, el membrillo escalivado con naranja y helado de vainilla. Qué carnoso
final: Santi es muy buen postrero, educado en Espai Sucre.
Macarrón, bacalao, membrillo.
Tres productos atornillados a la memoria, aunque fijados con nueva voluntad.
No-solo-una-casa de comida o es más-que-una-casa-de-comidas. Donde se defiende
la dignidad del macarrón.
Atención: a los desayunos, los sándwichs y bagels.
Recomendable para: los que crean en el
Bistronómic Power.
Que huyan: los que añoran aquellos azulejos.
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