Restaurante Magda Subirana // Vic

















[Este restaurante ha cerrado]


Magda Subirana
Sant Sadurní, 4. Vic.
T: 93.889.02.12.
Menú mediodía: 15,35 €.
Menús degustación (sin vino): 28,90 y 25,90 €.




La cazuela como boya




Las vocaciones tardías suelen ser las más sinceras, y las más intensas. Alguien que invirtió años de su vida laboral en otra cosa y que se reconstruyó en la edad adulta merece la pena.

Magda Subirana fue dueña de una empresa con dos socios, comercial potente, vendedora a lo grande, hasta que la vida dio un giro dramático y tuvo que pensar qué quería ser.
Se agarró a la cocina para seguir a flote emocional: el guiso como bote salvavidas y como ancla para sujetarse a los tiempos felices.

“Mi válvula de escape era la cocina. Si estaba estresada, echaba a todos de casa y preparaba canelones”. Siempre fue buena anfitriona y de aquellos tiempos de recibir queda en la carta del restaurante el capipota de ternera, maravilla gelatinosa “sin tripa” y “con un poco de sobrasada”, que está sin estar, insinuándose en el fondo.

Se come muy bien en la terraza de este restaurante de Vic, en ese centro de la población que es callejuela y plaza, gran plaza, lugar de encuentro y reencuentros. Al pasar, veo L’Snack y vuelvo a tener 20 años.
En la mesa, una botella de Quest 2013, otro tinto de Raül Bobet del que beber una caja.

Antes de habitar esta casa del siglo XVII, Magda aprendió en la Hofmann, fue efímera estrella de un programa gastro de la tele y se hizo cargo del restaurante del Casino de Vic, donde se juega a la botifarra y no a la ruleta. 

Comienzo con unos cortes de la recuperada Casa Sendra, una llonganissa extraordinaria hecha con voluptuosidad y conocimiento y que está en mi podio de embutidos.

Magda me gana con las gírgoles de castanyer de la empresa Bolet Ben Fet, que trabaja con personas con discapacidad intelectual, salseadas con huevo.

Los calamares a la romana homenajean a la abuela Maria, aunque no sé si la mujer los presentaba con una tártara.

El pulpo a la gallega sale duro y plantea la reflexión de cuál es su sentido en Vic. No así las albondiguitas con calamar, pertinentes y convenientes pese al calor.

Magda tiene mano para las cazuelas y eso lo sabe Nandu Jubany, uno de los mentores junto con Pere Bahí y Anna Casadevall de La Xicra, con quienes aprendió el arte de los arroces y de la cebolla pochada durante días. Aunque aquí el encargado de la gramínea es Xavier Bertran, jefe de sala y marido, que también fue empresario.

El canelón es fino y al gallo de Sant Pere con patatas, una buena pieza, le sobra cocción. Postres con nostalgia: brazo de gitano y flan de mascarpone.

Me interesa la peripecia vital de Magda y de cómo la cazuela fue una boya.

Luchadora, encantadora, te gana con un discurso cálido.

Algunos quieren salvar la cocina y es la cocina la que nos salva.

   


Atención: a los platos vegetarianos y sin gluten.
Recomendable para: los que quieran guisos con sentimiento.  
Que huyan: los desafectos de la ‘llonganissa’ de Vic.








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