¿Roban las banderolas?














HISTÓRICO. Hace cinco minutos que nadie hace una proclama histórica.


CLÁSICO. Trabajé con un viejo periodista que se encendía como la pinaza cada vez que alguien usaba clásico o histórico como quien pide turno en la cola de la carnicería. Era un hombre violento en lo verbal capaz de lacerar a sus víctimas a golpes de lengua.


EXCEPCIONAL. Llaman clásico e histórico a algo que hace cinco minutos que existe. Hemos desposeído las palabras de sus propiedades, desahuciándolas. En Catalunya vivimos tantas jornadas históricas que los días corrientes se han convertido en excepcionales.


BANDEROLA. Al salir una noche de la redacción, vi a un hombre con una escalera. La apoyó en una farola y trepó con una agilidad simiesca. En lo alto, envuelto en la protectora oscuridad, arrancó la barra de metal que sujetaba dos banderolas. Bajó raudo, casi a saltos, con la aparatosa veleta. Corriendo, fue a la siguiente farola y repitió la operación. Después, encaró la tercera. Arrastraba plásticos y palos por el suelo. Nadie le dio importancia. ¿Un operario trabajando a deshora y más solo que el vigilante de un párking?


MALPENSADO. Soy malpensado y una idea me barrió la cabeza: “Es un robo”. Pero ¿de qué? ¿De lonas publicitarias? Hay un negocio legal de reciclaje de ese material y durante un tiempo la ciudad se pobló de bolsos hechos con retales. En una ocasión regalé uno y se dañó de inmediato. Y eso que el precio había sido de primer uso. Esto era otro asunto. Aquel hombre tenía que arrancar cientos de banderolas para sacarse unos euros. Me fijé y promocionaban El Petit Príncep, un musical que iba a seguir en escena durante algunas semanas. Entonces, ¿por qué quitar los anuncios? Puede que alguien detestara a Àngel Llàcer, el director (¡imposible!). ¿Y por qué actuaba de esa manera? De noche, un hombre solo y sin ninguna delicadeza, arrastrando piezas de vinilo por la calle Consell de Cent como cabezas recién cortadas.


CÓSMICO. Lo que más me emocionó de Star Wars: el despertar de la fuerza fueron las características letras inclinadas mientras sonaba la clásica e histórica banda sonora de John Williams. Viajé a la velocidad de la luz hasta 1977, al cine Condal de Vila-real. Tenía 11 años y disfruté como Yoda de joven. El Condal era el cine moderno en comparación con el grandioso Bahía y aquellas butacas de madera que rompían coxis. Me impactó tanto la película que la noche siguiente tuve fiebre y delirios y fui atacado por la flota imperial hasta la madrugada. Vi volar a los destructores sobre mi cabeza mientras se entrecruzaban miles de rayos. Continúo ligado a la saga gracias a esa noche cósmica.


FAROLA. Seguí al velociraptor por Consell de Cent hasta una furgoneta, donde descargó. Era un vehículo alquilado. ¿Ladrones o subcontratados? Durante días busqué información sobre banderolas hurtadas de El Petit Príncep. No encontré nada. Dos semanas después, las farolas, inhiestas, siguen desnudas.





Comentarios

  1. ¿Para que les podrían servir esas banderolas? Jaja pero al final no se ha sabido si fue robo o era el operario quitandolas. O puede que nadie se haya dado cuenta aun que no están porque, nunca se han dado cuenta de que estaban en algún momento.

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