Restaurante Moments // Barcelona
Moments
Hotel Mandarin. Passeig de Gràcia, 38-40. Barcelona.
T: 93.151.87.81.
Menú degustación: 166 €
Menú ejecutivo: 67 €.
Precio medio (sin vino): 150 €
El momento de Moments
Raül Balam está en
forma, su cocina es compleja y adulta: el mejor momento de Moments desde la
apertura, hace casi siete años y dos estrellas después.
Durante la charla
posterior, Raül se refiere a Carme Ruscalleda y al Sant Pau varias veces, con
la modestia y honestidad con la que ha sido educado: “La mare está aquí cada jueves. Sin la ayuda del Sant Pau no podríamos
hacer esto”.
Carme prueba, valida, aconseja, pero el cocinero se llama Raül
Balam Ruscalleda, respaldado por Alberto Castiñeiras.
Al comienzo, Moments y
Sant Pau tenían más que lazos maternofiliales: compartían platos. A excepción
del pichón con cerezas relleno de cerdo, que vuela también hasta Tokio, uniendo
de forma simbólica los tres restaurantes, la oferta es propia y singular.
Cierto es que el espléndido menú temático titulado El Viaje nace estimulado por
Carme, que sacudió el Sant Pau con la Paleta de Colores y, ahora, con las Músicas
Bailables.
Los menús unitarios
son una forma de vanguardia, puesto que se apartan de lo acumulativo en
beneficio de una historia, de la construcción de un mundo. El Viaje estará en
cartelera hasta octubre: Raül tiene pensada la siguiente monografía.
Son 14
pases que evocan 14 ciudades, más los petits
fours convertidos en souvenirs
(si el estómago no da para más, los meten en un sobre para llevar, ¿acaso no
son recuerdos?).
Es posible el maridaje, al que renuncio de inmediato para
pedir contención al sumiller Fernando Pavón, que me recompensa con cuatro
botellas espléndidas y una cerveza. De lo bebido, me quedo con Les Noëls de Montbenault
2012 (y evoco el cómic Los ignorantes)
y el Cos Frapatto 2013.
Entregan un pasaporte,
que sellan al final, una vez aterrizado: el mío es el número 1.933. Raül señala
a Ladislao Velasco, responsable de la sala con Federico Fernández, que piense
en el agasajo para cuando den el 2.000.
Lleno la
maleta/estómago con grandes platillos sin fronteras: la tostada con fresones y
anchoa (pa&tomàquet del Maresme),
el dimsum de cerdo duroc (Hong Kong); el macaron –en cajita– con fuagrás, apio
y manzana (París); los callos –de bacalao– con chorizo (Madrid), los espaguetis
al pimentón con gambas, albahaca y azafrán (Milán); el pan de pita inflado y
relleno con guiso de cordero (Bodrum), el sashimi de dorada con gelée de dashi (Tokio), el stilton con
pera (Londres); un postre-cóctel –preparado en sala– con vodka y flor de saúco
(Las Vegas) y el coco, piña, mango y sandía (Miami).
Buenos, pero por detrás en
mi selección: la mini burger de buey
y huevo con patata a las mostazas (Nueva York), el rape thai con clitoria y
coco (que han corregido, integrando mejor pescado y salsas; Bangkok), el pato
con naranja y flor de calabacín (Shanghái) y el chocolate con pistachos
(Marrakech).
Ejercicio
sobresaliente y que obliga al cocinero a dejar lo conocido y atreverse con lo
ignoto.
Avanzar, despejar, oxigenarse. Ir para volver. Raül se mueve: veremos
dónde nos lleva la próxima vez.
Atención a: los platos
antiaging de la carta.
Recomendable: para acercarse a la filosofía
de los Ruscalleda Balam.
Que huyan: los de ‘yo no como en un hotel’.
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