Instrucciones para ‘haters’
Cero. Soy un abogado del montón, un leguleyo de casos pequeños. Divorcios en los que se reparte calderilla, disputas entre vecinos que se odian con solera, asesorías a empresitas con los papeles tiesos. Mi vida es tan corriente –estancada más bien– como la del más corriente de mis clientes. Tengo un hijo al que casi nunca veo por culpa de las malas decisiones: yo mismo llevé mi divorcio. Juego en un equipo de fútbol nocturno con otros parias del colesterol. Por cada carrera –trote más bien–, habrá recompensa, al terminar, en el bar del polideportivo. Colegas, chistes, blasfemias, testosterona, quintos, gambas saladas y patatas bravas de consumo poco recomendable por sus salsas estomagantes. Mi vida privada es como una de las salsas: mejor no la toques o tendrás descomposición. Mi vida pública –pero a la vez secreta– es otra cosa. Soy un habitante de la charca con sapos y mosquitos anófeles de Twitter. Los blanditos me llaman hater o troll. Yo creo que soy un justiciero. Por eso te escribo, pringado, para ayudarte con estas líneas y permitir que brilles como el caparazón negro del escarabajo entre las bolas de mierda. Vístete con un imaginario uniforme de superhéroe ponzoñoso y vuela y, si se te pone a tiro, dispara al pajarito azul. Somos cazadores.
Uno. Sé
creativo a la hora de buscar un nombre. No te digo el mío para que nadie me
relacione con este texto: no olvides que soy abogado. Que sea sonoro y faltón
y, como los osos, que marque territorio. Con meados, con gruñidos o rascándote
la espalda hasta que salte la corteza del árbol. Seguro que MachoAlfa,
SoyelMejor, Superchulo o Macarrazo están cogidos. Búscalo, gilipollas,
muévete, entra en Twitter y husmea (no te ofendas: te estoy instruyendo). El
anonimato es nuestra máscara de vengador.
Dos.
Busca a las presas. Prepara las trampas. ¿A quién queremos capturar? Un actor
deslenguado y de izquierdas. Una escritora feminista. Un periodista de
deportes. Un presentador de televisión. Una activista de causas
medioambientales. Cada vez que tuiteen, los desafías, los desacreditas.
Dudas de su profesionalidad, conocimiento, capacidad, talento. No importa. Hay
que acosarlos (glups: eso no lo puede decir un abogado).
Tres. Si
tienes suerte, el personaje responderá. Ah, qué gustazo, qué satisfacción. Relámete
antes de continuar. Si se engancha al hilo y su anzuelo, ¡bingo! La rata, el
ratón o la lubina estarán agarrados por el labio. Su poca meditada acción te
generará seguidores, engordará tu raquítica cuenta. Sabe –¡lo sabe!– que no
debe de contestar a las provocaciones. Pero el ego, ah, amigo, ¡el ego! El ego
es un pésimo consejero.
Cuatro.
Has ido tensando el hilo pero es hora de sacar al animal del agua, que hace
rato que dejó de ser limpia. Cuando proteste, apela a la sagrada libertad de
expresión y a la de opinión. Llámale facha, intolerante. Restriégale su falta
de sentido del humor. ¿Sabes por qué tú puedes hacerle daño y él/ella a ti solo
acariciarte? Porque tú sabes quién es; y él/ella lo ignoran todo de ti.
Manotean en el aire sin alcanzar la mosca. Nunca te atraparán, a menos que seas
tan imbécil de cometer un delito de amenazas (como abogado, no te lo aconsejo).
Suéltale que tú eres el pueblo, la voz del pueblo. Alguien libre, directo, que
no debe nada a ningún poder.
Cinco. A
sus espaldas, sigue metiéndote con el/ella sin nombrarlo (a estas alturas ya te
habrá bloqueado), pero con las pistas suficientes para que tus seguidores sepan
identificar a la figura. Búrlate, conviértela en un pimpampum. Ir contra
alguien cohesiona el grupo. Ajena a vuestros manejos y chistes, no protestará.
¿Cobardes, matones, mafiosos de patio de colegio? Ni caso a lo que digan los
flojos de espíritu.
Seis.
Alguna vez te preguntarás, ¿por qué lo hago? Es difícil de responder, así que
mejor no te lo preguntes.
¡Bravo!Plas, Plas, Plas, (palmadas).
ResponderEliminarMuchas gracias!
ResponderEliminarMuchas toxinas en el ambiente.