Sitios en los que no comer en Croacia (y 2)



Stari Mlin, uno de los restaurantes del parque Krka. Nos bañamos entre salmones mientras veíamos reventar el río en la catarata. Confort acuoso y borboteante, fondo excepcional para la brazada.
Al salir, frescos y bautizados, buscamos mesa al aire libre.
Junto a la lubina, hay una hojita verde casi podrida que tras los análisis forenses identificamos como lechuga. Probamos la trucha, cocinada al lanzallamas.
El resto, rutina. Cerveza caliente, jamón ahumado, patatas fritas congeladas.
Qué vicio con las patatas fritas congeladas.



En el puerto de Zadar, próximo al Órgano del Mar, obra de viento e ingenio del artista Nikola Basic, el restaurante Kornac, del que la guía Lonely Planet afirma: "Es uno de los mejores restaurantes de Zadar". No quiero reír para que aguanten los empastes.
Fritura del Adriático, más aburrida que los monólogos de Rajoy. Calamares, gambas, rape, calabacín (no, no es un pez pequeño).
Más: berberechos (buenos), lubina macerada, filetes de ternera sobrecocidos con patatas congeladas, rape con ñoquis trufados.
Creo que en diez días no vi ni una servilleta de tela.


Si la cascada del Krka era apabullante, las del parque Plitvice aparecieron como el Dragon Khan de las aguas. De vértigo. Dieciséis lagos derramándose.
En medio de la excursión, un mordisco, y hete aquí esta hamburguesa tan primitiva, hojilla de carne. Es una cheeseburger. Entregaban a parte, para que te lo montaras, el tranchete. Con plástico y todo.


Existía total consenso entre las fuentes consultadas con el restaurante Vinodol, en Zagreb. Bueno, bueno. Pues tampoco.
Las patatas congeladas (pommes frites) del pincho de ternera y de los calamares rebozados y fritos estuvieron a punto de que nos hiciéramos el harakiri, pero los cuchillos no cortaban.
No nos desesperamos: era probable que los cubiertos con filo estuvieran almacenados junto a las servilletas de tela. O sea, en ningún sitio.
Mi carne, ternera asada a la peka (cazuela tapada que se introduce en las brasas), con patatas guisadas era correcta, sin volteretas ni aullidos.
Más: ensalada de pulpo (otro platillo que figura en ¡todas! las cartas), embutidos ahumados y ración de salchichillas. Copas de vino Nevina, de Saint Hills. Sí, un blanco caldeadito e ideal para un baño de pies.


Cuentan que Slow Food penetra con fuerza en el país. Boban, en Zagreb, es muy, pero que muy slow. Tardaron casi una hora en servir los primeros. Nos entretuvimos jugando con los niños al ahorcado.
Filete de cerdo imposible de cortar y patatas crudas.
Aconsejamos no comer y pasear por Zagreb, que es una ciudad estupenda.
El ayuno nos hará libres.



Comentarios

Entradas populares de este blog

La guía Michelin quiere ser The World's 50 Best Restaurants

Restaurante Claris 118 // Barcelona

Desnudos y exhibicionistas: unas palabras sobre el 'food porn'