Sitios en los que no comer en Croacia (1)
Después de diez días correteando Croacia en un Seat Ibiza de alquiler, 1.500 kilómetros, dos multas de tráfico, costas abruptas cortadas a machete, aguas de un cristalino avasallador, islas verdiazules, pececillos descarados y ojipláticos, parques naturales derramados en cascadas y monumentos que recorren el espinazo de la Historia, hemos regresados con un agujero gastronómico.
Comimos entre la mediocridad y el desastre. Apenas un plato a destacar: los fuzi (pasta tubular a lo macarrón) con trufa de Istria en el restaurante Dubrovnik.
La tuber magnatum pico de esa zona del país, en la frontera con Eslovenia, es el bien gastronómico número uno, los patriotas exaltan su calidad con cantos y bailes regionales y la comparan a las desenterradas en Alba.
Es corriente encontrar laminillas en las cartas, casi inevitable, tedioso. Sí, harás bien en pensar que se trata de la variedad de verano rociada con ese salfumán conocido con benevolencia como aceite de trufa. [Confieso: uso en secreto el de la empresa italiana Urbani para placeres privados y perversos].
Para resarcirme, he comprado un botecito de crema de trufa con un 65% de tuber magnatum pico de la empresa Zigante, cuyo dueño, Giancarlo Zigante, encontró en 1999 una trufa zigante o gigante de 1.310 gramos, récord Guinness al pedrusco.
En la maleta, medio kilo de fuzi, jamón ahumado de Dalmacia y queso de la isla de Pag. Chucherías de adulto. He dejado en el último apartamento, el de Zagreb, una botella de la bodega Dingac, uva plavac mali de la península de Peljesac, producto heavy a precio medio (en la tienda, a 18 euros los 0,75 de ese líquido con 15,6 grados, ¡hip!), que en los restaurantes alcanza cifras absurdas.
Nunca había oído hablar de los vinos croatas. Al regreso, he leído alabanzas en internet, aunque yo los tengo clavados como un arpón en el retrogusto.
Otros blancos probados en el camino –siempre calientes– han enturbiado mi mente. Sobrevivimos con cervezas, que nunca alcanzaron la adecuada temperatura de consumo. En un país cálido, nadamos en un jacuzzi cervecero.
Vi el emblema del burro en unos viñedos en ruta hacia la isla de Korkula y busqué la etiqueta. Este ha sido mi rebuzno.
Puede que algún día –probablemente esté sucediendo– aparezca un líder a lo René Redzepi y conduzca la armada gastronómica croata a un puerto seguro. Será algún mesías, estager en el extranjero, que volverá a casa y la limpiará de cocciones gruesas, del maltrato a una excelente pesca, de las antiguallas involutivas y otros males de la restauración turística.
Nuestras listas nunca son frívolas, sino trabajosamente cruzadas. En este caso he utilizado las recomendaciones de Lonely Planet, las webs de Time Out, Simonseeks y Tripadvisor (¡agg!), un reportaje de The New York Times, los folletos locales Where to eat! y Zagreb in your pocket y los consejos de dos croatas, él de Dubrovnik, ella de Zagreb, Martin y Petra.
¿El resultado? Lugares donde no comer en Croacia. Te aconsejo que busques otros: yo ya me he equivocado por ti. Seguro que, en algún lugar, un gran banquete espera. Tal vez en la península de Istria, en establecimientos como Konoba Batelina, Valsabbion o Wine Vault. O pregunta al juerguista Anthony Bourdain, que rondó el territorio.
No, si aún tendré que darle la razón a mi amigo el camionero, según sus palabras: "estem al rovellet de l'ou"!
ResponderEliminarToni: tu amigo camionero sabe lo que dice.
ResponderEliminarViajo con frecuencias Montenegro, y me llama mucho la atención las similitudes gastronómicas con el ¿país? vecino, donde lo único no maltratado son unas soberbias truchas pequeñitas de carnes blancas y prietas. El resto, un puro desastre.
ResponderEliminarBibendum
Tienes toda la razón. Y es una pena: aceite de oliva, viña, pescados... Esperemos que algún chef sea consciente del potencial.
ResponderEliminarEl pròximo verano viajo a Croacia. Madre mía! tengo que llenar mi maleta de pan Bimbo y bolsas al vacío de jamón ibérico???
ResponderEliminarCesca Sanmarti
Ir alli es lo mejor para regresar con una o dos tallas menos. A mi me pasó.
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