Jorobas de musgo












FE. Llegué a John Banville sobre las olas de El mar y leo cada entrega de Benjamin Black con más fe que un católico irlandés. Banville y Black, como sabe el lector, son la misma persona, premiado con el Príncipe de Asturias de las Letras, la única celebración monárquica que me interesa.



NEGRA. Banville es arte y Black, artesanía, según la distinción que hace el mismo autor, aunque la novela negra del segundo es de tal calidad –y su escritura, dientes de sierra de un cuchillo de pan– que es dificilísimo aceptar la valoración. Uno y otro escriben como la araña teje: con ganas de atrapar.



MUSGO. El desencanto con Black ha sido la última novela, La rubia con ojos negros, con la que imita a Raymond Chandler y levanta al detective Philip Marlowe de entre los muertos. ¿Por qué esa operación post mórtem, ese juego de fantasmas? ¿Por dinero? La pasta es siempre un argumento, aunque malo. ¿Por admiración o por medirse con el genio de la pipa al sol de California? Creo que en esta pregunta, y las dos posibilidades, está la respuesta. A mi entender, mejor que Black se hubiese quedado en Irlanda, sospechando de las piedras grises y sus jorobas de musgo.


HORÓSCOPO. Leo el horóscopo de una revista dominical que confía en los astros. En el mío ha escrito con rotundidad y sin prudencia: “Le llegará un aumento de sueldo”. Los sueldos menguan. Parece como si el astrólogo hubiera estado en trance desde hace siete años. Lo afirmaba –”le llegará”–, no ha llegado. ¿Qué hago? ¿Una reclamación por incumplimiento de contrato astral? Es un horróscopo.



PORNO. Por casualidad, cené en el Hotel Arts la noche en la que se alojaba Miley Cyrus. A las puertas del establecimiento, una veintena de jovencitas aguardaban algún gesto magnánimo de la estrella. Inútil y fatigosa espera. “Pornodisney”, tituló El Periódico. La desnudez del pato Donald debería habernos advertido.



APARTAMENTO. El rey saliente confió en Sabino. Esperemos que el entrante no lo haga en Sabina. Entrevisté al general Sabino Fernández Campo, que fue jefe de la Casa Real y personaje fundamente aquella noche de tanques de 1981, para el libro Los momentos decisivos. Vivía en un apartahotel en Madrid, lugar curioso para el personaje. Con su segunda esposa, había unido un par de apartamentos, hasta conformar un espacio largo y estrecho. En las estanterías, el peso de España: libros, placas, fotos, soldaditos de plomo con el corazón derretido.



EPISODIO. El general escribía los Episodios reales, unas memorias donde recogía recuerdos y opiniones como hombre de Estado y al servicio de la Corona, como un James Bond a la asturiana. En 2000 me dijo que “nunca se publicarían”. Por entonces llevaba escritas a máquina unas 400 crónicas. Murió nueve años después. ¿Cuántos textos más acumuló? ¿Dónde están los legajos? ¿En qué caja fuerte? ¿Quién los guarda? ¿Cuánto valen? ¿Qué explicaba? ¿Un misterio para Benjamin Black o una historia de pérdidas para John Banville? Papeles como piedras grises sobre los que crecen las jorobas de musgo.











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