Kenji Ekuan, seda negra
Su botella la usan a diario millones de personas con la ignorancia con la que se afronta lo cotidiano.
Ha muerto Kenji Ekuan (Tokio, 1929-2015) y, pese a que su ingenio embalsa un líquido negro, el fallecimiento no ha merecido luto en los diarios.
Esta es una pequeña glosa sobre alguien que dotó un objeto industrial de utilidad y belleza.
En 1961, dibujó el célebre frasco Kikkoman que contiene salsa de soja, un cuerpo abombado con el tapón rojo.
En el libro Casos de diseño, André Ricard, otro maestro octogenario, le inquirió sobre el proceso creativo y él escribió que pasó tres años antes de conseguir un “vertido perfecto y sin goteo”.
Al usar ese recipiente somos ingratos. Solo nos daríamos cuenta de su existencia si funcionase mal y desparramara el líquido como un alquitrán. El dosificador es una pequeña maravilla de la ingeniería que no merece nuestra atención.
El buen diseño es invisible.
Desenroscar y mirar dentro de la cabeza roja sería el mejor homenaje.
Del tarro me cautiva tanto la funcionalidad como la hermosura. El señor Ekuan imitó una gota de agua. En su interior, la seda negra con la que lo despedimos.
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