Restaurante La Balsa // Barcelona
La Balsa
Infanta Isabel, 4. Barcelona.
T: 93.211.50.48.
Precio medio (sin vino): 40 €.
Menú mediodía: 20 €.
Menú degustación: 38 €.
Reflotar La Balsa
¿Cuándo deja de estar
de moda un restaurante?
¿Qué hace perder el favor del público?
¿Una cocina
catastrófica, un servicio deplorable o la apatía con la que afrontamos lo
conocido?
Los comensales son caprichosos y se entregan a la novedad con frenesí.
Olvidan con la misma facilidad. La memoria gastronómica es quebradiza como un
barquillo.
Neichel ha desaparecido engullido por la historia. Algunos establecimientos
veteranos se han refundado, como Bonanova o La Venta, que han apelado a lo
viejo para situarse entre lo nuevo. No es suficiente con tener historia, sino
que además hay que ganársela.
En las alturas de la
metrópolis, otra institución acaba de renacer de la mano de Jordi Ciuraneta, ex
director de Moments.
El emblemático local diseñado por Óscar Tusquets en 1979
ya no es propiedad de los fundadores, sino que está en manos de un
inversionista que buscó a Jordi para que lo reflotara.
En solo un mes La Balsa
ha dejado de hundirse.
Jordi ha tenido el acierto de fichar a Josep Badrinas, dueño del Suc de Viladecans. Pep ha puesto Suc en manos de su mujer, Verónica Aguilera, que recupera el primer oficio de cocinera.
Jordi ha tenido el acierto de fichar a Josep Badrinas, dueño del Suc de Viladecans. Pep ha puesto Suc en manos de su mujer, Verónica Aguilera, que recupera el primer oficio de cocinera.
Que espacios
singulares den identidad a Barcelona es una buena noticia, mordida cada esquina
por el monstruo de la franquicia. La Balsa, recreación de una cabaña según un
arquitecto burgués, es cristal y terrazas y luz, aún en invierno.
Es consciente Jordi de
que tiene que invertir en copas y otros gastos menores. De momento, se apaña
con lo que tiene. Y lo que tiene son ideas claras: “Jugaremos con los
aperitivos, pero los principales serán más tradicionales”.
Ahí entra Pep, que
deshoja lo conocido hasta llegar al cogollo.
El ejemplo es el xató con ravioli de bacalao relleno de
brandada
La Balsa tiene que ser eso: el tiempo no es el enemigo.
Apuesto a que
Tusquets, tan cascarrabias con la alta cocina contemporánea, comería con gusto el
calçot crujiente cubierto con trufa
negra y base cremosa de queso.
Los aperitivos, de
crecer, serían grandes platos: la espuma de tomate con longaniza, la caballa con
pomelo y vinagreta de encurtidos, la coca (mejor más fina) de escalivada con
sardina y ese bombón de pichón y cacao que es como comer al pájaro entero.
Acidez, frescor, humo: alegría.
Los dos principales
son clásicos tuneados: suquet de cabracho con patatas y dátiles (un dulce final
no agresivo) y el cordero con berenjena, yogur, pasas y piñones, que une
riberas del Mediterráneo.
A la farsa del canelón de pollo le falta bechamel.
Bebo
el Tan Natural de Terra Remota y agua embotellada en el restaurante, Aigua
Acabada de Fer. Se extiende la buena idea de la osmotización.
La Balsa tiene 35 años
y fue refugio de señores y señoras de Barcelona. Renunciar al patrimonio sería
una insensatez. Resultaría instructivo recuperar algunos de los clásicos,
sacudirlos y devolverlos a la carta.
Para que la memoria deje de ser ceniza.
Para que la memoria deje de ser ceniza.
Atención: a la arquitectura, las terrazas y
el jardín.
Recomendable para: los que busquen la
singularidad.
Que huyan: los que se sienten excluidos Upper
Diagonal.
Fuimos hace unos meses y por desgracia quizá lo pillamos justo en el momento de pánico de haber agujereado la quilla, porque no guardamos un recuerdo demasiado grato... o más bien sufrimos una decepción. Nos enteramos que había cambiado de dueño y hace unas semanas volvemos a ver que parece resurgir. Quizá haya que hacer otra visita.
ResponderEliminarSeguro que merece otra visita. El proyecto de Jordi&Pep acaba de comenzar y, si nada se tuerce, es un lugar grato al que volver.
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