Adrià ama el Cirque du Soleil
Albert Adrià usa una chaquetilla de su hermano Ferran: "He cogido una cualquiera colgada en el taller". No hay pensamiento mágico en el acto, sino un asunto de tintorería. |
{Información publicada el sábado 14 de febrero en El Periódico}
Albert Adrià ha vuelto al BulliTaller, en la calle de Portaferrisa, después de siete años. Lo dejó en el 2008, cuando se fue de El Bulli, y ha regresado a este lugar donde se gestó la revolución para poner en marcha con su hermano Ferran el último reto. Es una alianza con el Cirque du Soleil en el Ibiza Gran Hotel, en Eivissa, que se llamará Heart (corazón) y que ha sido presentada al mundo en la web www.heartibiza.com. El Cirque du Soleil, con Guy Laliberté en lo alto del trampolín, ha elegido el día de San Valentín para el primer latido del proyecto.
«Lo más importante de la palabra heart son las tres últimas letras, art», corta Albert mientras supervisa los ensayos de esos platillos de comida callejera que formarán parte de la oferta. «Art es el guión. Música, gastronomía y live art». Cirque du Soleil sin circo. No será un ejercicio de circocina, un neologismo que se aplicó al más difícil todavía de Tickets.
En agosto, Ferran pinchó en un porexpán de BulliLab, el centro de estudio de la calle Mèxic de Barcelona, un folio inspirador con dos palabras en inglés: live art. Arte en directo, arte en vivo.
Habló entonces de unir lo que sucede en el escenario con lo que pasa en la sala. En la cabeza comenzaba a hervir un concepto aún por especiar. De trasladarnos atrás, habría que planear sobre Cala Montjoi y la edad de oro, donde reflexionó sobre los límites de la cocina, que situaba en la performance. No quiso ir más allá de pulverizar un plato con esprái para crear una sugestión.
Hace un año, Guy Laliberté les hizo una oferta sin red. Eran viejos conocidos: hace una década estuvieron a punto de lanzar un Bulli hotel en Baleares a imagen de aquella Hacienda Benazuza que hasta su cierre alojó la vanguardia en Sevilla. En mayo del 2014, Albert ya hablaba de que en Eivissa preparaban «algo» con «emoción y experiencia». Ayer decía: «No es un show, no es un restaurante». Saber «qué no es» resulta más sencillo que saber «qué es». «No es una cena espectáculo».
Unos y otros, los Adrià y el grupo de Laliberté, sabían que antes y después sus intereses confluirían en alguna pista, o en varias: «Desde lo del hotel, era algo dormido, que ahora ha despertado», apunta el chef.
Albert y Ferran han expresado en público muchas veces su rendición a esos espectáculos en los que tiemblan las leyes de la física. Y algunos analistas, con una idea simplista y malévola, entendían que El Bulli era a la gastronomía lo que el Cirque du Soleil al arte circense. En la nota de prensa, los publicistas se refieren a la «colisión entre la comida, la música y el arte». Eivissa ofrecerá dos experiencias gastro extremas: Heart y Sublimotion de Paco Roncero, una mesa sinestésica.
TRES ESPACIOS
Hace cuatro semanas que seis personas encerradas en el taller piensan qué comerán cientos de visitantes este verano, aún en una fecha sin determinar, en los tres espacios en los que palpitará Heart.
Baraka: «Es la terraza, en la que habrá una veintena de puestos, algunos carros en movimiento y otros serán fijos, quioscos. Habrá que dar de comer a mucha gente. Emplearemos a 200 personas». Todavía en construcción, la estética de los vehículos es la del Cirque du Soleil, con su punto onírico y surrealista. Dalí hubiera sido un excelente escenógrafo para los de la carpa.
¿Y qué transportarán? Platillos que se devoran en las esquinas del planeta, sometidos a la ingeniería de los nuevos tiempos. Ensayan con dim sum, con pinchos, con cebiches, con masas, «un gran trabajo con masas». Habrá que pagar para entrar, con derecho a consumición, y después ir picoteando de aquí y de allá «a un precio módico». La representación de un mercado con «músicos y actuaciones callejeras». Vale, street food, que es un término cargante.
En las paredes del taller, la habitual y minuciosa investigación que caracteriza a los Adrià: «Llegué y, como antes, busqué libros, sobre todo, de comidas del mundo. Pero donde he encontrado más información es en YouTube. Esa es la diferencia con lo que ocurría antes del 2008».
LA PANTALLA
Antes de llegar a The Workshop, el visitante topará con obras de arte. En la lista de la compra, luminarias internacionales, nombres que destaparán más adelante. «Aquí pasarán cosas. Se sentarán 160 personas. Mientras la gente come, entre las mesas, habrá música, live art. Irán comiendo y mirando. Contamos con una pantalla de unos 25 metros en los que se proyectará lo que sucede en la sala». El precio será otro, unos 150 euros: «Aún estudiamos qué daremos, porque no quiero hacer una mala copia de Tickets». La semana que viene, y durante 15 días, el director artístico del circo se sumará al taller para esa «colisión», choque de planetas.
De madrugada The Workshop se transformará en La Boîte: Albert piensa en «cajas en las que la comida aguante». El cierre, con la salida del sol. «¡Es que es Eivissa!».
En realidad, hay un cuarto espacio, el Casino del Ibiza Gran Hotel. Diseña unas bandejas para que los clientes puedan comer, a partir de abril, mientras juegan. Probablemente sea el mayor reto de su carrera. Preparar delicadezas para gente sentada en torno a una mesa, pero cuyo menú son las cartas. ¿Quién querrá un mordisco si la suerte le ha sido esquiva?
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